No es que tengan mala intención. No se trata de un deseo consciente ni voluntario de causar el mal. Los actos absurdos que se les ve hacer y los disparates que van dejando a su paso con tanta frecuencia más parece que se deben a la educación que han recibido o, quizá, a la que no han recibido.
Educar a alguien, tenga la edad que tenga, para que pueda vivir en sociedad como un ser humano consiste en decirle con claridad lo que tiene que hacer y, a la vez, explicarle con igual claridad las razones por las que debe tener ese comportamiento. Si esto no se da, lograremos, en el mejor de los casos, convertirlo en un autómata que se ha acostumbrado a realizar ciertos actos mecánicamente, pero sin saber por qué los hace ni el sentido que tiene hacerlos.
En el momento actual, desgraciadamente, lo más habitual es que los comportamientos sociales se copien sin más. Muchas personas que no han alcanzado la madurez, aunque tengan muchos años, hacen lo que ven, lo que practican los de su grupo más cercano, lo que parece dictar la moda. Son adolescentes de diversas edades.
El problema está en que no se puede vivir en una sociedad humana si sus miembros no son conscientes de lo que hacen, de las consecuencias que eso tiene para sí mismos y para los demás, de lo que podría ocurrir si todos hicieran eso que están haciendo, del poco respeto que ponen en práctica.
Lo que hace que una persona esté formada y actúe como un ser humano es la costumbre de pensar en todos estos factores antes de actuar, pero, lamentablemente, en nuestra sociedad eso no lo veo. El único criterio que observo en lo que se les dice a los niños y en lo que hacen muchos de quienes ya no son niños es el del apetito. Cada vez hay más costumbre de hacer solamente lo que a uno le apetece, no lo bueno, lo conveniente o lo necesario, sino lo que apetece. Si molesta o no, si respeta o no, si destruye o no, si se hace daño o no, es algo que preocupa poco. Ni siquiera el ridículo parece frenar a estos adolescentes deseosos de dar rienda suelta a sus apetitos, muchos de los cuales llegarán a la vejez sin haber pasado por la madurez.