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domingo, 25 de junio de 2023

Pobrezas



Además de la acepción de pobreza que hace referencia a la ausencia de bienes materiales suficientes para vivir con dignidad, hay otra más dañina. Se trata de la pobreza intelectual, no sé si voluntaria o involuntaria, de quien intenta ejercer el poder de manera totalitaria, fascista, imponiendo caprichosamente a los demás esas opiniones propias.

En efecto, hay quien parece que no es consciente de que la realidad es compleja, porque intervienen en ella muchas variables y porque las consecuencias de cualquier acto pueden ser múltiples y, quizás, imprevistas. Por eso las opiniones sobre la realidad deben ser muy pensadas y bien justificadas con argumentos que se deriven de la razón, no de intereses, ocurrencias o deseos particulares.

Ocurre, sin embargo, que no todos están dispuestos a elaborar una opinión así, y lo que hacen es simplificar la realidad, es decir, tomar en consideración solo uno o unos pocos de los múltiples elementos que la forman. O, algo peor, se inventan una interpretación de esa realidad que, aunque sea falsa y no responda a nada comprobable, resulte fácil de entender y de aceptar. Es lo que se denomina un bulo. En todo caso, simplificación o bulo le vendrán bien a los intereses de quienes practican estas maniobras.

Las opiniones que resultan de estas operaciones son muy pobres y fundamentalmente simples. Y dado que o son inventadas o no responden a la complejidad de la realidad, son también falsas.

Lo simple es tan pobre y tiene tan pocos matices que las opiniones simples pueden usarse en múltiples situaciones diferentes, dando lugar con frecuencia a contradicciones que dejan en mal lugar a quienes usan estas maniobras.

Algo muy dañino para el común de los ciudadanos es que se intente acceder al poder para manipular y gobernar mediante estas opiniones simples, interesadas y ajenas a la realidad. La pobreza argumental nunca debería estar entre los ciudadanos y, mucho menos, en el poder.



miércoles, 31 de mayo de 2023

miércoles, 21 de diciembre de 2022

Personas de dos tipos

 


Miras lo que hay y ves a personas de dos tipos.

Uno, el de los ciudadanos, políticos y jueces que van a lo suyo, que solo se fijan en lo suyo y que no tienen la menor preocupación por lo de los demás. Para ellos vale todo con tal de conseguir sus objetivos. Por tanto, pueden incumplir las leyes, usar la mentira y los bulos sin el menor inconveniente, confundir a los adversarios con enemigos, dirigir contra ellos las más bajas emociones y poner en práctica todas las técnicas de propaganda necesarias, particularmente las de Goebbels.

Otro, el de los ciudadanos, políticos y jueces que pretenden conseguir el bien de todos, especialmente el de las personas menos favorecidas. Para ellos no vale todo, las leyes se deben cumplir y la verdad debe ir siempre por delante. Creen que las relaciones deben ser limpias y nobles. Saben perder, y cuando ganan, no usan el triunfo en beneficio propio, sino para incrementar el bien de la sociedad.

La gran ventaja de los primeros es que la mentira es un arma muy potente para crear mundos interesados, aunque falsos, que pueden arrastrar a los menos avisados y conseguir metas por caminos por los que los segundos no transitarían jamás.

martes, 18 de octubre de 2022

Su cárcel

 


Pasaron los años. Un día se dio cuenta de que había estado siendo engañado desde el principio. El partido que le interesaba -porque le habían enseñado a odiar a los otros- le había estado ocultando la realidad y, en su lugar, le había mostrado unas milongas inventadas, unas mentiras fabricadas en beneficio exclusivo de los dirigentes del propio partido. Le habían estado utilizando a través de la televisión, de casi toda la prensa y de casi toda la radio, como quien utiliza una herramienta o adoctrina a un esclavo. Él había aceptado porque, en su ignorancia, se había creído que los adversarios -que el veía como enemigos-, en lugar de mejorar sus condiciones de vida, que era lo que hacían, le iban a traer todas las desgracias posibles. Cuando cayó en la cuenta de que había sido un don nadie en manos de los ricos que dirigían la operación, entró en escena su orgullo y se negó a reconocerlo. En lugar de buscar información sana y ajustada a los hechos, comenzó a mirar para otro lado y a decir que total todos eran iguales, aunque él ya sabía que no era así. La tristeza se apoderó de sus días y la soledad lo encerró en su propia cárcel.

jueves, 13 de enero de 2022

Bulos ¿para qué?




¿Qué sentido tienen los bulos? ¿Por qué ese afán de inventarse bulos en contra de quienes ostentan el poder?

Se trata de que quien vaya a votar no lo haga con la razón, sino con los sentimientos

Durante una temporada -toda la legislatura, si es necesario- se le infunde miedo al ciudadano, se logra que odie a quien le gobierna -aunque no tenga motivos reales para ese odio- y se convierte al votante en un resentido, porque se le ha dicho que le está yendo mal -aunque no sea realmente así-, que le están mintiendo -aunque quienes mienten son los creadores de bulos- y que las cosas no pueden seguir así. 

De esta manera, a la hora de votar el ciudadano acudirá profundamente enfadado, lleno de odio y de ceguera -se le ha aplicado el Principio de Transfusión, del ministro nazi Goebbels-, y votará a quienes le han dicho los creadores de bulos que tienen que votar.


viernes, 18 de junio de 2021

Engendros




 Una de las mayores deformaciones que puedes padecer es que no te interese la verdad, sino solo las mentiras interesadas, los bulos fabricados, los cotilleos entontecedores, los engendros del odio.

jueves, 22 de abril de 2021

Buleros

 



Las derechas han descubierto la eficacia del marketing político. No suelen tener argumentos, y los que tienen son, en la mayoría de los casos, impresentables, porque se basan en la explotación, el afán por conseguir dinero como sea, el mantenimiento de las desigualdades y la expresión de una realidad deformada y tergiversada de acuerdo con sus intereses privados.

Como no pueden basarse en contenidos atractivos y eficaces para la mayoría de ciudadanos, recurren a técnicas de comunicación para estar presentes en la sociedad. Saben que en política el odio es muy rentable, que la mentira siempre deja un poso útil, que si difaman, algo queda, y que lo importante es que se hable de ellos, aunque sea mal. Por eso usan las técnicas fascistas de Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler (técnicas que deberíamos conocer todos, para no caer en sus maniobras), y el bulo como mensaje.

Se trata de lanzar un bulo llamativo que, por definición, sea falso. Por ejemplo, que la Comunidad de Madrid paga 4.700 euros al mes por cada menor extranjero no acompañado que tutela, lanzado por Vox. O el que decía que las Comunidades Autónomas “pueden ocupar viviendas privadas. El 'exprópiese' ya ha comenzado. El régimen chavista empieza a instaurarse en nuestro país. ¡Gravísimo!”, emitido por el PP. O aquél que lanzó la señora Ayuso, que decía que el Ejecutivo de Sánchez “bloqueaba” el material de protección sanitario destinado a la Comunidad de Madrid. O uno de los últimos de esta señora, llamando “mantenidos subvencionados” a las personas que acuden a las colas del hambre.

Los bulos no responden a la realidad. Son burdas mentiras lanzadas a sabiendas de que lo son. Al lanzarlas, se habla ya de quien las lanza -se logra la propaganda- y con ellas se hace daño al adversario. Luego terminan desmintiéndose, pero de ello no siempre se entera quien se ha creído el bulo. Y, al desmentirlo, se vuelve a hablar de quien lo lanzó. Se trata de estar en boca de los ciudadanos y que estos, al hablar del bulo como si fuera verdadero, hagan la propaganda a quien lo lanzó. Y gratis.

Muchos de quienes se tragan un bulo no sabrán jamás que era falso, porque tampoco han tenido nunca interés en comprobarlo. Y hay periódicos que solo buscan el negocio, para lo cual se han especializado en lanzar bulos. No tienen profesionalidad ni ética, solo afán por conseguir dinero como sea. Es el triunfo del lema neoliberal: “Vale todo”.

Lo malo de las mentiras es que es muy difícil volver a creer en quien ha mentido ya una vez. Sin embargo, hay ciudadanos que poseen una enorme y extraña facilidad para no perder la confianza en los mentirosos. En su despiste, creen ingenuamente que los mentirosos los van a defender, por lo que no les importa tragar todas las barbaridades que les pongan delante. Así andamos. Así van algunos, tragando bulo tras bulo, hacia la ruina.


domingo, 6 de septiembre de 2020

Primer día del curso



Es difícil, para quien se ha pasado muchos años de su vida dando clases, olvidarse de que ya no es profesor. Quizá por eso me he preguntado qué le diría yo a mis alumnos si tuviera que darles clases este curso. Te lo cuento por si te sirve.

Siempre he pensado que a los alumnos hay que abrirles el abanico del futuro, enseñarle los caminos mentales y profesionales por los que pueden transitar, las maneras de vivir que se dan en el mundo y, también, ponerles los pies en el suelo y ayudarles a que entiendan la situación en la que viven en cada momento. Por eso yo empezaría hablándoles del aquí y del ahora.

Les diría que este curso sería, como terminó siendo el anterior, raro, inusual, pero que no pensaran que todos los cursos iban a ser así. Esto es algo transitorio y como tal hay que vivirlo.

Les rogaría que en la situación actual, en la que vivimos una crisis básicamente sanitaria -aunque no solo sanitaria- aprendieran a ser prudentes y se ejercitaran en ello. La prudencia es posiblemente la principal virtud del ser humano, porque influye en todo lo que hacemos. Consiste en conocer el mundo en el que estamos, en prever las consecuencias de nuestros actos y en saber en cada situación qué debemos hacer para generar el mayor bien o el menor mal posibles. En las circunstancias actuales intentaría persuadirlos de que, ante todo, hay que ser prudentes en nuestros comportamientos cotidianos.

Les sugeriría, dado que están muy en contacto con las redes sociales, que aprendieran a distinguir lo que dicen los médicos y los expertos, de lo que se puede leer a través de bulos, noticias prefabricadas y opiniones interesadas, que pueden ser muy dañinas para quien las siga. Comprobar lo que se lee antes de aceptarlo sería una buena medida que podrían adoptar.

Les pediría también que fueran capaces de realizar un esfuerzo extra, dada la situación anormal en la que estamos. No se trata de no perder un curso, sino de no aprender lo que en circunstancias normales aprenderían. Deberían ser conscientes de lo que la vida les pide en estos momentos.

Les haría ver, por último, que el Covid nos ha recordado nuestra dimensión fundamentalmente social. No solo es que para sobrevivir en el mundo necesitemos de muchísimas personas, de manera que somos el fruto de un enorme entramado social, sino que cuando vivimos una situación adversa, como la que estamos padeciendo, cualquier comportamiento inadecuado de una sola persona puede generar un mal enorme en los demás. Para lo feliz y para lo desgraciado, somos seres sociales, cosa que deberían pensar y compararlo con el individualismo que cada vez aparece más en nuestras vidas.

Y les pediría su opinión sobre todo esto, porque de ellos siempre he podido aprender mucho.


jueves, 25 de junio de 2020

Efectos colaterales

El neoliberalismo imperante (de Imperio) nos ha enseñado que todo vale y que, por tanto, cualquier cosa puede hacerse de cualquier manera. “¿Quién me va a decir a mí cómo tengo que conducir?”, dijo en su momento el emperador Aznar en una bodega. “¿Quién me va a decir a mí dónde tengo que pasar el confinamiento y cómo me tengo que poner la mascarilla?”, diría hoy. De hecho, muchos de los que, con gran aplicación, han aprendido a ser neoliberales hasta durmiendo es lo que hacen. Y los demás hemos soportado como quien oye llover el engrandecimiento de esta degradación humana. Hoy vivimos sus efectos, no sé di directos o colaterales. Puedes pulsar sobre la siguiente noticia y leerla.

El riesgo de la relajación: los brotes se están produciendo en todas partes
Celebración espontánea de la fiesta de San Juan en Ciutadella, Menorca, festejo suspendido por el Ayuntamiento y en el que se han producido algunas aglomeraciones.
Foto tomada de El País.

Hoy, además, me he dado un madrugón enorme para esperar a un operario que vendrá a solucionar alguna inoportuna avería.

Y ayer, un desagradable episodio menor con un empleado de los que atienden al público. Antes, cuando el capitalismo no había adquirido las características salvajes que luce hoy con desparpajo, era el cliente “el que tenía razón”. Daba igual que la tuviera o no, porque de lo que se trataba era de no perderlo y de que, dado que era quien pagaba, era mejor tenerlo contento. Hoy, como al parecer vale todo y el cliente debería seguir la máxima de “paga y calla”, cualquiera, sea el dueño o el último empleado, se siente con el derecho de contarle al cliente la primera milonga que le venga a la boca, sea una historia razonable o una muestra de ignorancia, de falta de educación o de ambas cosas. Como todos han visto y oído que al cliente se le puede tomar por tonto -o por ignorante, porque creen que todos somos como ellos- cualquier disparate o impertinencia les vale, porque hay mucha gente que se los traga. O no, claro.

Ayer fui a recoger un papel a una oficina. Me lo dieron. Como ha ocurrido las últimas veces que he ido al mismo lugar, el papel estaba mal hecho, con lo cual, le pedí al empleado que me lo hiciera bien. Era nuevo en el puesto y lo traté con consideración, pero el tipo se envalentonó y empezó a excusarse -o algo parecido- con unas historias absurdas, en las que le daba la vuelta a la realidad y se quedaba tan tranquilo. No sé si estaba acostumbrado a leer bulos y a contarlos después o sentía la necesidad de tener razón de cualquier manera, pero, ante los disparates que me estaba contando, le tuve que parar los pies y aclararle de la mejor manera que pude cuál era mi situación -que se atrevió a poner en entredicho- y en qué consistía el papel que tenía entre manos, que declaraba como prácticamente inservible. El asunto medio se resolvió, pero no de la mejor manera posible. No les voy a dar más oportunidades. Ellos verán. 

A veces me siento como un marciano en Venus, como un pez en una tinaja, como un artesano en una fábrica, como un emigrante en tierra extraña, como un yo rodeado de yos, pero sin tús. Serán efectos colaterales.


jueves, 28 de mayo de 2020

No todos son iguales



Ayer estuve viendo y oyendo la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Sentí una vergüenza y una indignación que aún permanecen en mi mente. Tanto el fondo como las formas que usó la oposición para controlar la gestión del Gobierno me produjeron un rechazo vital y puna preocupación fuerte por la situación de la democracia entre nosotros.
Podían haber preguntado por cualquier cosa, especialmente por las cuestiones que le preocupan a los ciudadanos, que somos quienes les pagamos. Y, sin embargo, ni la situación de la lucha contra la pandemia, ni el salario mínimo vital, ni qué se había hecho por intentar salvar los puestos de trabajo en Nissan y Alcoa preocupaban a sus señorías de la extrema derecha ni de la derecha cada vez más extrema.
Como vienen mostrando desde que se celebraron las elecciones, el único objetivo de esta oposición parece ser el de echar abajo como sea al Gobierno elegido democráticamente, para colocarse ellos -que perdieron las elecciones- en su lugar. Los ciudadanos les traen al fresco a estos señores. No les importamos absolutamente nada. Han estado dificultando constante e insistentemente la función del Gobierno en la lucha contra la pandemia, sin ofrecer a cambio más que la impresentable gestión realizada en Madrid. Solo buscan sus propios negocios, para lo que necesitan estar en el poder para hacer “sus” leyes y privatizar todo lo que se mueva. Es lo único que les importa.
Hace mucho que perdieron las formas. No sé si será un problema de la educación que recibieron o del odio que muestran en cuanto hablan, pero al estilo faltón, insultante, barriobajero, chabacano y de una expresión oral deficiente que muestran bastantes de ellos se une la constante desinformación, tergiversación e ignorancia de lo que ocurre, dando una impresión penosa y repulsiva. Sé que quienes son como ellos les aplauden y sé también que hay mucha ciudadanía que siente vergüenza ajena de que esto sea lo que vean nuestros jóvenes y, lo que es igual de nefasto, lo que observan en Europa.
No viví la guerra civil española, pero me puedo imaginar la situación de odio que se generó entonces. El odio es de las emociones más difíciles de controlar y puede alterar las funciones mentales de quien se ha dejado dominar por él. El odio no produce nada bueno en la sociedad en la que se instala. No solo hace daño a quienes son odiados, sino a los mismos que odian. Ayer pude ver un ejemplo de esto que digo. La diputada hispano-argentina-francesa del PP, Cayetana Álvarez de Toledo, haciendo uso de bulos hace tiempo clarificados, y emulando a su colega Hermann Tertsch -a quien un juzgado le multó con 12.000 euros por atribuir falsamente al abuelo de Pablo Iglesias su participación en un asesinato, y con 15.000 más por decir lo mismo del padre- volvió a las andadas y, con el mismo tema, subió el listón de la mala educación a tal nivel que logró enfadar hasta a sus propios compañeros de partido por desviar el objetivo de su estrategia, que era desgastar al ministro Marlaska, y centrarlo en el padre de Pablo Iglesias. Es lo que tienen las muestras públicas de ignorancia, torpeza y odio.
Al menos una cosa me quedó clara en el espectáculo de ayer. Desde que hice mi tesis de licenciatura sobre el lenguaje político me di cuenta de lo peligroso que es el uso del término “todos”. Lo suelen utilizar mucho quienes se enfrentan a la realidad no observando y analizando, sino simplificando y generalizando. Una conclusión típica a la que llegan es la de que todos los políticos son iguales. Ayer los hechos desmintieron esta desafortunada y peligrosa afirmación. La oposición podía haber preguntado por lo que está haciendo el Gobierno en favor de los ciudadanos, pero no lo hizo. Podía haber usado un tono educado, propio de personas cultivadas, pero tampoco lo hizo. Y los miembros del Gobierno no entraron en esa ciénaga: contestaron con serenidad y con buenas maneras. No. No todos son iguales.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Estelas en la mar contaminada. Cada día



No me atrevo a decirte nada, sólo me lo digo a mí. Lo pongo aquí por si te sirve.

Hay que mantener la calma. Hay que aprender a mantener la calma. Es posible. Acostumbrarse a estar en casa es posible. También es posible que eso canse, que nos ponga algo irascibles, pero hay que contar con ello y descansar. Hay que dormir bien por lo civil o por lo criminal. Y acostumbrarse a relativizarlo todo. No sabemos nada del futuro. Cada día debe ser un tiempo que hay que llenar de actividades sanas, de ejercicio físico como se pueda, de comer algo menos, porque el desgaste es menor, de no dejarse llevar por la cantidad de bulos que surgen, de escuchar los medios de comunicación un poco, para informarse, pero no demasiado. Cada día hay que inventarse la vida, pero en este tiempo esto se hace más evidente. Sé prudente. Crea alegría y repártela. 

miércoles, 9 de octubre de 2019

Buenas noches. Pasos




Pasa de largo por aquellos lugares en los que hayas visto con frecuencia disparates, insultos, errores, bulos o maltrato a los débiles. Por donde creas que pueda haber algo de interés, que invite a la paz, al sosiego, a la convivencia posible de todos o al amor, pasa despacio, reflexiona despacio, critica despacio y aprende despacio”, me dijo.  

Buenas noches.

sábado, 6 de octubre de 2018

Buenas noches. Retos




Distinguir entre lo espectacular y lo importante, entre lo llamativo y lo bueno, entre lo apetecible a corto plazo y lo conveniente a un plazo medio o largo, entre lo razonable y la ocurrencia, entre lo comprobado y el bulo, entre lo que construye y lo que destruye, entre el amor y lo que no lo es, entre la realidad y las ilusiones. Estos son algunos de los asuntos que cada uno debe resolver con urgencia. 

Buenas noches.