Sin entrar en la borrosa frontera entre ópera y opereta, en 1905 se estrenó en Viena “La viuda alegre” del austrohúngaro FRANZ LEHÁR, y el éxito fue, y ha sido a lo largo de todo el s. XX, arrollador. Su música es fácil, para gustar a un público muy numeroso, no tan exigente. No hay innovaciones, ni sutilezas, ni complejos análisis psicológicos; es el camino de lo sencillo, vale, de acuerdo, pero tiene pasajes de auténtica calidad y de gran belleza, para disfrutar sin ponerse exquisito, gozar simplemente de la magia de la música. Eso sí, vigilando el nivel de azúcar en sangre. (Y qué grande es Anna Netrebko).

 
 
