No sé si, queridos amigos, comparten esta sensación que, últimamente, estoy percibiendo. Resulta que, cuando eres mujer y navegas, con yates o cayucos, por las redes sociales los algoritmos se transforman en espejitos mágicos (¿o son los del callejón del Gato?) en los que, con un descaro avasallador, se refleja la sombra de una opinión sobre nuestro cuerpo. Un cuerpo que, en alguna que otra ocasión, no reconocemos por el simple hecho de que no deseamos reconocerlo...
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