Sólo ella parecía amar. Sólo ella
parecía saber amar. El resto amaba mal, quizás porque no sabía
amar o porque necesitaban más ser amados que amar. Uno tenía buena
voluntad, pero prefería imponer sus criterios y se olvidaba de que
el amor debe buscar que la persona amada pueda ser en la vida como
ella misma quiera ser, no como el que ama quiere imponer. Otro sufría
las consecuencias de vivir entre un posible amor ausente y añorado y
otro presente y agobiado. Otra se debate entre alguien de quien tiene
una dependencia sexual, pero con quien es imposible vivir, y alguien con
quien vive, pero al que no quiere. Posiblemente se creyera que amor
es igual a sexo y que sexo es igual a amor y no acaba aún de
descubrir que no es así. Otro es demasiado simple para poder amar,
demasiado lejano para que alguien se pueda sentir querido por él.
Todos parecían frustrados. Todos aparecían como proyectos
sin sentido, desprovistos de la menor racionalidad. Todos parecían necesitar amor, pero
ninguno amaba ni sabía cómo hacerlo.Todos parecían
tener los muebles revueltos en la cabeza y ésta levitando en algún
mundo irreal. Sólo ella sabía que amar era cuidar del otro, ayudar
a crecer al otro, dar su propio tiempo, dar su propia libertad, dar, darse.
Ella es Emilia, la protagonista
de la obra que se representa hasta el 9 de febrero en los Teatros del
Canal, de Madrid.
Buenas noches.