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sábado, 14 de septiembre de 2013

Buenas noches. La marca España y el estilo





Es un proceso, éste en el que nos tiene sumidos el PP, de reducción de la realidad a sus elementos más bajos, más monetarios, más bastos, menos humanos y menos humanizadores que se podrían pensar. Ni la educación, ni la cultura, ni la ética, ni el arte ni nada que no sea el dinero les interesa. Han convertido la sociedad en un mercado y los gobernantes neoliberales, que están colocados en la mayoría de las administraciones del país, no son más que vulgares mercaderes en busca de negocios para sí mismos y para sus amiguetes.

En este clima chabacano y caciquil, les ha dado por fabricar la 'marca' España. No consideran otra cosa más que marcas, que es lo que ven en los negocios y, como entienden la vida como un negocio, aplican su terminología a todo lo que se les ocurre.

Sus padrinos en esto de gobernar, los dictadores franquistas, hablaban de una 'unidad de destino en lo universal' para referirse a España. Era una definición que parecía sacada de algún tratado de la Escolástica medieval, pero que tenía un tufo espiritualista, a la vez que fascista y totalitario, que echaba para atrás. Estos de ahora, que van más al euro que a los territorios del espíritu, han cambiado aquella palabrería más bien hueca por esta otra que todo el mundo entiende. Ahora España es una 'marca'.

Lo que ocurre es que esta 'marca' ha sido fabricada con los procedimientos habituales en todo lo que hacen estos tipos del PP: con mentiras, disfrazando la realidad, con intereses no confesados, metiéndola a la fuerza en el mercado y creyendo -gran vicio el que tienen- que lo que ellos inventan se lo va a creer todo el mundo. Y ahí se han dado ya algún tropezón y más que se van a dar, si no cambian, cosa casi imposible. No se han dado cuenta estos negociantes obtusos de que las personas inteligentes no se dejan llevar por el poder de las marcas, sino que van buscando calidad, diseño y, sobre todo, un estilo que merezca la pena. Estos gobernantes tan ordinarios creen que todos son como ellos. Están acostumbrados a que a los dormidos ciudadanos les dé igual una cosa que otra, se dejan llevar por sus deformaciones mentales y no se dan cuenta de en el momento más inoportuno, cuando más les interesa, viene gente buscando estilo, contenido de calidad, elegancia contrastada y garantías variadas. Y ellos sólo tienen una marca de poco fiar, fabricada con los peores materiales y sólo apta para su venta en mercadillos.

Es lo que tienen el darle el poder a incultos, catetos y negociantes a cualquier precio. Buenas noches.

jueves, 11 de octubre de 2012

Buenos días. España evoluciona




Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que España, que era una -aunque había dos-, grande -a pesar de lo cual no cabían todos- y libre -sobre todo para los que tenían poder-, se definía, por quien tenía atribuciones para definirla, como “una unidad de destino en lo universal”. Esto de la unidad -otra vez- en lo universal tenía un tufo fascista insoportable, pero volvía locos a los que profesaban la funesta manía de querer someter a los demás bajo las suelas de sus rancias ideas. Estas palabras tan solemnes -en el fondo, tan vacías- les solazaba el espíritu, les disparaba las glándulas y la hormona de la metafísica patriotera se les ponía por las nubes, hasta el punto de que se colocaban en las mismas puertas de la otra vida, aunque con los pies muy bien asentados en esta. Yo creo que lo que les atraía de todo este montaje era que lo consideraban como un negocio espiritual que les proporcionaba bienestar anímico aquí y, encima, creían que les garantizaba el acceso futuro a reinos eternos, que se supone que también estaban llenos de unidad y de universalidad, para que no desentonaran.

Pero, a pesar de todo el afán conservador que se quisieran echar sobre la brillantina estos negociantes disfrazados de hombres píos, las cosas cambian. Aunque alguien se acostumbre a volver la cara para otro lado e ir mirando de reojo, la sociedad evoluciona y las palabras van perdiendo el aire que las mantenía infladas, hasta quedarse convertidas en desechos antiguos e inservibles. Así, el negocio espiritual, que catapultaba a la estirpe española hacia el más allá, se fue transformando inadvertidamente hasta situar en el trono que antes ocupaba el espíritu, la más reconfortante y placentera materia, revestida de ganancias, dineros y prebendas encerradas en el glorioso saco del capitalismo.

De esta manera, la España que unos padres acostumbrados a mirar al sol consideraban una unidad de destino en lo universal, fue transformada por sus hijos, que no dejaban de contemplar al astro rey, pero que ya solían usar gafas de colores oscuros y cremas solares para evitar ciertos peligros, en algo mucho más eficaz, más beneficioso y más lucrativo: la marca España.

En esas estamos hoy.