Es evidente que hay que amar a la
persona con la que se convive. Hay que amarla como se quiera o,
mejor, como ambos decidan quererse. Hay que amar también a la
familia de la mejor manera posible. Pero también hay que amar a las
personas con las que vivimos, a los amigos y a las amigas, a quienes
nos acompañan en el trabajo, en la ciudad, en la vida. Debemos amar,
sobre todo, a quienes más lo necesitan. El amor debe crecer siempre.
Ni la vida ni el amor tienen demasiadas puertas que se cierren a su
paso. Un amor pobre lleva a una vida pobre. Buenas noches.