Días pasados comentamos la obra de Juan Muñoz Con la corda alla bocca, que puede contemplarse en la exposición que la Comunidad de Madrid organiza en la sala Alcalá 31, de Madrid. Hoy vamos a comentar la denominada Plaza. Esta obra pertenece al Kunstsammlung K21, de Düsseldorf, y no ha vuelto a verse en España desde que el artista la creara para la exposición que tuvo lugar en el Palacio de Velázquez, en Madrid, en 1996.
Está formada por veintisiete personajes, todos ellos con rasgos orientales. Posiblemente esto sea para que, como suele ocurrir en occidente, nos parezca que son todos iguales. Todos van vestidos de manera similar. Todos se ríen, aunque no se sabe de qué. Todos hablan, pero no se oye nada. No se trata de un conjunto de seres humanos concretos, sino del ser humano. Creo que se trata del ser humano contemporáneo, el que, aunque no lo queramos reconocer ni hablemos de ello, está una vez más perdido en una profunda crisis existencial. Este ser humano actual, que no acierta a conjugar sus enormes deseos de individualidad con sus necesidades de socialidad, que quiere relacionarse con los demás, pero que tantas veces el intento no llega más allá de unas risas superficiales, que a la vez quiere crear una sociedad, pero que huye de ella en cuanto puede, que cree que el ser humano no se va haciendo a lo largo de la vida, sino que ya es lo que es y no tiene que buscar nada más.
Ninguno de los personajes tiene pies. ¿Qué quiere decir esto? Quizás que no se pueden mover, que están anclados física e intelectualmente en lo mismo, en lo de siempre, sin posibilidad de salir de ahí.
Todos se relacionan entre sí, pero ¿cómo es esta relación? De nuevo creo que aparece aquí la ética. Lo que debería ser un criterio básico y profundo para establecer relaciones sociales lo disfrazamos de economía, de sociología, de política, o huimos descaradamente de hacernos estos planteamientos hacia territorios menos problemáticos y más agradables.
Para que el espectador pueda hacer estas reflexiones u otras, Juan Muñoz nos ofrece una serie de figuras que se expresan a su manera ante el espectador, pero dejando fuera a éste. Es una Plaza en la que no puede entrar, en la que ocurren cosas, pero siendo él ajeno a todo ello. Esta es una técnica de distanciamiento creativo que funciona como una provocación para el espectador. A este no le permiten pasear entre los personajes, no puede acercarse demasiado a ellos. El acercamiento debe ser mental, intelectual. Debe pensar para entender. El hecho de que esto hoy sea un difícil asunto no hace más que mostrar la profunda crisis humana en la que vivimos, de la que nadie habla y que tanto disfrazamos con las más variadas ocurrencias.
La exposición puede verse de martes a sábado de 11.00 a 20:30 h., y los domingos de 11:00 a 14:00 h. Estará abierta hasta el 11 de junio. El 17 de junio se abrirá en el Centro de Arte Dos de Mayo, en Móstoles, la segunda parte de la exposición, en esta ocasión titulada con un verso de T.S. Eliot, En la hora violeta.
Me parece muy interesante la lectura del artículo de Ianko López, Juan Muñoz: reivindicación del artista madrileño que el mundo amó, aparecido en El País del 8 de febrero de 2023. https://elpais.com/eps/2023-02-08/juan-munoz-el-artista-que-veia-el-futuro.html
También este otro de Ángela Molina, titulado Juan Muñoz, templo del silencio, aparecido en el mismo perióidico el 3 de julio de 2015. https://elpais.com/elpais/2015/06/05/eps/1433509094_873815.html#?rel=mas