—¡Qué bello! —dijo uno.
—No —dijo otro—, más que bello. Es muy bello.
—No, no —intervino un tercero—. Es bellísimo. Te lo digo yo.
—¡Qué va! —añadió otro más—. Es extremadamente bello.
Esta forma de dialogar, en la que
parece que cada cual quiere quedar por encima del anterior, pero sin aportar gran cosa, es mucho
más frecuente de lo que parece.
Yo, en aquella ocasión, me fui.
Buenas noches.