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martes, 18 de agosto de 2015

Discriminación en los toros. Homenaje a la mujer española




    He pasado fugazmente por la preciosa ciudad de Astorga. Una de las últimas cosas que vi en ella fue este cartel de un festejo taurino que organizan el Ayuntamiento de la ciudad y otras entidades "en homenaje a la mujer española". A él tendrán acceso gratis "la señora, señorita y menor de 8 años (siempre acompañado por una persona con entrada)".
    Yo creía que estos eventos ya no se les ocurría organizarlos a nadie, pero por lo que veo esta rancia y discriminatoria manía sigue, lo cual me lleva a reflexionar brevemente sobre ella.

    Dejo aparte el tema taurino, que ya ha sido tratado por muchos con claridad y que entenderán quienes quieran entenderlo. Dejo también fuera la peculiaridad de hacer un homenaje a alguien con tanta sangre y tanta crueldad por en medio.

    Lo que no acabo de entender en estos momentos es cómo a alguien se le puede ocurrir hacer un homenaje a la mujer española en una sociedad multicultural y multiétnica como la nuestra. Parece que hay personas a las que aún no les queda claro que el deseado crecimiento económico sólo será posible, dada la actual tasa de natalidad española, con trabajadores extranjeros. Los organizadores de este acto deberían hacer el esfuerzo de imaginar una familia, en la que convivieran, por ejemplo, abuelos, padres, y cinco hijos varones, tres de los cuales tuvieran parejas extranjeras. Si supusieran que, en un momento de debilidad, al abuelo se le ocurriera hacer un homenaje "a la mujer española", ¿a dónde mandarían al abuelo las mujeres no españolas de la familia? Pues esto es igual.

    El anuncio de esta novillada con tantas referencias a las mujeres no tiene ninguna pulcritud gramatical. Viendo quiénes podrán tener acceso gratis a la corrida, cualquier espabilado le puede amargar la tarde a los porteros y a los responsables del evento. Parece que es sólo el menor de 8 años el que necesita ir acompañado por una persona con entrada, porque aparece en masculino y singular. Las señoras y las señoritas -¡Qué antigua queda esta distinción!- ¿pueden entrar sin compañía? ¿O es que con alguien con entrada pueden entrar una señora, una señorita 'y' un menor? Afortunadamente esto de los toros va a menos, pero se podría montar un altercado sintáctico de mucho cuidado en las puertas de la plaza discutiendo de géneros, números y concordancias. Yo creo que es cosa de meterse a organizar eventos sin saber lo que se hace y sin un mínimo bagaje cultural, pero allá cada cual.

    Lo que más me indigna como ciudadano, sin embargo, es el tono discriminatorio y machista que desprende este acto. Fíjense, por ejemplo, en la descripción de quiénes pueden entrar gratis. Hay, al parecer, cuatro clases de ciudadanos: señoras, señoritas, menores de 8 años y personas (no caballeros, sino personas) con entradas. ¿Por qué se priva a las señoras, a las señoritas y a los menores del tratamiento de personas? Cualquier estudioso del tema sabe que esto no es sólo una forma de hablar, sino una forma de pensar y, sobre todo, de tratar a los seres humanos. Unos son personas y el resto son otras cosas. Mujeres, por ejemplo, pero no personas. Este cartel es un ejemplo de libro de discriminación sexista.

    ¿En qué lugar quedan las homenajeadas mujeres en este acto? En muy mal lugar, en mi opinión. ¿Qué necesidad tiene una mujer actual de ser "invitada" a un espectáculo? ¿Es que no puede comprar su entrada como cualquier hombre? ¿Las consideran "floreros" para darle colorido al acto? ¿No son seres independientes, con los mismos derechos que los hombres, y con el mismo tratamiento que ellos? ¿Qué va a pensar una homenajeada mujer que no tenga una "persona" con entrada que le acompañe? ¿Es esta la mejor manera de fomentar la igualdad que tienen los organizadores de este espectáculo?

    Cualquier mujer que sea consciente de su dignidad como persona se sentirá humillada con estos absurdos homenajes, que lo que intentan es, una vez más, situar a los hombres en un lugar más alto que el de las mujeres, a las que pueden invitar y agasajar a su antojo.

    Yo creía que el sexo servía para comunicarse con otras personas, para lograr placer y para reproducirse, si se quiere. Ahora resulta que el sexo sirve también para tener que pagar para ir a los toros, si tienes uno de ellos, o para que puedas ser invitada, si tienes el otro. Con estas discriminaciones vamos ya, por lo menos, por el siglo XIX. Y haciendo daño a las mujeres.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Cristina del Valle. De San Sebastián a Tordesillas. Otras fiestas populares son posibles



Te invito a leer el artículo de esta semana de Cristina del Valle en Cambio 16. Se titula De San Sebastián a Tordesillas. Otras fiestas populares son posibles

Puedes leerlo aquí.

jueves, 13 de diciembre de 2012

Lo que se ve. Pesadilla




Después de andar un poco y de olvidarnos de que la vida a veces te da sorpresas y te pone delante incertidumbres bravas, nos metimos en un buen bar a tomarnos unos quesos variados con un estupendo vino del Bierzo. Los quesos eran pocos, pero sustanciosos, así que su digestión resultó algo lenta y la noche se vio adornada con una pesadilla quesera de aúpa.

Por lo que recuerdo del sueño, yo estaba en el tendido de una plaza de toros. Las gradas eran bastante verticales, así que lo que ocurría justamente debajo de donde yo estaba se veía a duras penas o, a veces, no se veía. No sé si yo estaba en la grada solo o acompañado. El torero era un joven muy dispuesto, pero del toro no recuerdo nada. Incluso diría que posiblemente no había toro. Recuerdo que el torero parecía tener una necesidad enorme de quedar como un héroe, cosa que intentaba lograr haciéndose daño. A través de lo poco que yo apreciaba, veía saltar, levantando sus patas delanteras, al caballo del picador. De vez en cuando, el torero parecía abalanzarse sobre el caballo y ambos daban saltos por el aire, cayendo el torero al suelo desde mucha altura y haciéndose un daño considerable. El diestro parecía más feliz cuanto más daño se hacía, porque entendía el triunfo como un derramamiento de sangre propia. Cuando acabó su faena, o su danza macabra sobre el ruedo, no podía andar. Se acercó arrastrándose a una puerta de salida y allí vomitó una mezcla de líquido blanco y algo que parecía sangre. Esta extraña mezcla salía de su boca ordenadamente y se depositaba en el suelo como lo hacían las tiras de papel continuo de las impresoras antiguas, en sucesivos pliegues, cada uno reposando sobre el anterior. En un momento, el torero giró la cabeza y se le pudieron ver los ojos, casi salidos de sus órbitas, la cara hinchada y una expresión de superioridad en su boca, que quería esbozar, casi sin conseguirlo, una sonrisa.

En ese momento me desperté y tuve la sensación de haber estado contemplando un espectáculo masoquista.

domingo, 24 de abril de 2011

Toros



La clase bruta saca pecho, incluso en Francia, el país que considerábamos como el lugar del refinamiento, de la exquisitez, de la elegancia. Ahora resulta que han inscrito las corridas de toros como Patrimonio Cultural Inmaterial. Patrimonio, aparte de su etimología machista, se entiende como equivalente a algún objeto de valor que se posee, lo que en el caso de los toros está por ver. Aclarar lo que es la cultura es una tarea difícil y larga, pero, desde luego, hay que tener la manga muy ancha y la mente muy corta para meter en ella los toros. Habrá quien quiera meter también en el Patrimonio la matanza del cerdo. Lo más incomprensible es lo de inmaterial. No sé en qué conceptos de materia y de forma estaría pensando el intelectual que diseñó el título de este disparate, pero que le pregunten a los toros si lo que hacen con ellos es inmaterial o no.

Detrás de todo esto me parece que hay una mentalidad vieja y antigua, aquella que se inspira en un antropocentrismo cruel que sitúa al hombre por encima del resto de los seres de la Naturaleza y los pone a todos a su servicio. Puede justificarse que se mate un animal o una planta para que el hombre se alimente, pero ¿cómo justificar que se sacrifiquen cruelmente animales para hacer abrigos o para que unos desocupados se distraigan viendo el sufrimiento de unos toros? Cualquier historia que se esgrima para intentar hacer ver que esto no es una barbaridad termina, según lo veo yo, en una idea del hombre como el gran ser situado en el centro del mundo y con todo lo que existe a su servicio. Algunos, incluso, para hacer ver que las cosas son así, se ponen también a sí mismos al servicio de un ser superior, un dios de turno, y se quedan tan tranquilos.  Los conceptos de igualdad en el derecho a la vida, de respeto, de evitar el sufrimiento y la tortura les caen muy lejos aún.

Cuando Copérnico comenzó a defender el heliocentrismo, no sólo fue perseguido por ir en contra de lo que decían que decíala Biblia y contra lo que manifestaban los pensadores antiguos, sino porque quitaba al hombre del centro del mundo, al quitar la Tierra, su trono, del lugar privilegiado del Universo. Los defensores de los toros aún siguen profesando esta vacía soberbia humana, tantos siglos después. En realidad, vamos caminando a marchas forzadas hacia la Edad Media.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Toros



El senador socialista Miguel Cid, el portavoz del PP en el Senado Pío García Escudero, y la diputada y exministra de Cultrura Carmen Calvo publicaron en el diario El País de ayer 10 de agosto un artículo titulado Nuestro sí a la fiesta. Sus principales argumentos son que la razón de la existencia de los toros es la lidia, por lo que, si no hay lidia, no habría toros; que los animales no tienen derechos y que por encima de la economía e incluso de la política, está la tradición. Puedes leerlo completo aquí.

Hoy, en el mismo diario, Manuel Martínez Rubio y Ángeles Caso contestan a los anteriores en un escrito titulado Sobre toros, arte y lucidez que puedes consultar aquí.

En mi opinión, deberías pensar sobre lo que quizás sea la base de toda esta discusión: si los animales tienen o no derechos. La postura antigua es la que defiende el antropocentrismo y el especismo, la creencia en que la especie humana es de distinta naturaleza y, por tanto,  superior a todas las demás. Como escribió Ferrater Mora en su Diccionario de Filosofía y recuerda Óscar Horta, el especismo (o especieísmo) tiene la misma estructura que el racismo: igual que admiten una raza superior, reconocen una especie superior a las demás.

Hoy está cada vez más presente, a raíz, entre otros, de Peter Singer y del propio Ferrater, -puede leerse su Ética aplicada- una postura más tendente a reconocer derechos a todos los seres vivos, aunque dentro de ella existan aún problemas sin resolver. Quizás haya que introducir también en la discusión un tema anterior al de los posibles argumentos racionales, como es el de la sensibilidad que tenemos ante la realidad: qué captamos y qué no captamos o no queremos captar de la realidad.

Por supuesto que si tienes algo que opinar, tienes aquí todo el espacio que quieras para hacerlo.

miércoles, 24 de marzo de 2010

lunes, 22 de marzo de 2010

viernes, 19 de marzo de 2010

Toros


El torero es un ser vivo. El espectador es un ser vivo. El toro, también.

miércoles, 10 de marzo de 2010

La falta de sensibilidad


Leo y oigo los argumentos a favor de las corridas de toros. Se considera en ellos cualquier aspecto que interese al que los expone, pero raras veces se tiene en cuenta por quienes los exponen el sufrimiento del animal. Me aterra, me da miedo la falta de sensibilidad para el sufrimiento, para la tortura y para la crueldad y su utilización para conseguir cualquier fin, sea estético, político o económico. Esa falta de sensibilidad debe de ser la misma que se echa de menos cuando no se hace nada, por ejemplo, para acabar con el sufrimiento derivado de las situaciones de desigualdad que sufren las mujeres, o cuando se toleran o se mira para otro lado cuando sufren violencia física, laboral o psicológica. La falta de sensibilidad ante el sufrimiento y la muerte de un toro debe de ser también la misma que se hizo patente cuando montaron el episodio del Dr. Montes, en Leganés, poniendo otros intereses por encima del sufrimiento y la muerte de las personas. Fueron a lo suyo al precio que su falta de sensibilidad les permitió pagar. Da igual con los toros que con las personas. Cuando nada vale nada, para algunos vale todo. Da miedo.
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