La Navidad, inevitablemente, va asociada al turrón y a los polvorones, a las luces de colores que se encienden y apagan de manera intermitente, a los regalos, a las reuniones familiares… y a los villancicos. Los escuchamos en todos los idiomas, incluso prenden nuestro entusiasmo cuando paseamos por las calles abarrotadas de gente. ¿Qué tendrá la música que burbujea en nuestro pulso y revierte los estados de ánimo? Ojalá tuviéramos el don de albergar notas y pentagramas en las yemas de nuestros dedos, avivarlos con caricias y hacerlos saltar en el aire, inventando acordes que se deslizaran a nuestro alrededor...
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