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domingo, 18 de febrero de 2024

El caos

 



Hay quien dice, y creo que es cierto, que se están perdiendo los valores, que se vive de la manera que sea más agradable para cada individuo, que el otro no existe, que solo vale el capricho y la ocurrencia de última hora que le vengan bien a quien los tiene.

A mí me parece que la degradación humana que supone todo lo anterior es un poco más profunda que lo que pueden dar a entender las anteriores palabras. Los valores no son algo que afecte solo a lo sensible, a los sentimientos, y acaben ahí. La solidaridad no es únicamente el sentimiento que nace en mí por que a mí me dé pena la situación en la que vive una persona y nada más. Puede que nazca así, pero lo que da humanidad, sentido y fortaleza a una respuesta solidaria no son los sentimientos, sino la racionalidad que me hace entender que todos somos iguales, que todos tenemos los mismos derechos, que si alguien está viviendo una situación difícil para él, nosotros, si honestamente sabemos y podemos, debemos estar pendientes y ofrecernos a ayudarle, si pide esa ayuda o hace pública su necesidad. Lo sensible y lo sentimental producen limosnas, palabras bonitas, aunque huecas, o excusas baratas. Los valores bien racionalizados ofrecen actitudes que se traducen en actos concretos, de los que se sabe no solo las razones por las que se hacen, sino por las que se deben hacer. Es esta racionalidad la que hemos expulsado de nuestra práctica común, además de los valores. Y con ella la conveniencia y la necesidad del ser humano de preguntarse siempre ¿por qué pienso lo que pienso?, ¿por qué digo lo que digo? y ¿por qué hago lo que hago? Así, con esta desgraciada expulsión, se prescindió de la ética y así surgió este caos cruel.

viernes, 9 de febrero de 2024

La nueva naturalidad

 



-Yo hago lo que me da la gana, ni más ni menos. No acepto que nadie me dé órdenes, sobre todo si no lo conozco. Me visto como me da la gana, y a quien no le guste que se joda. A veces alguien me da la vara con las normas. No existen las normas. Eso que llaman normas no son más que maneras de quitarle la libertad a las personas y de esclavizarlas. Te lo repito: yo hago lo que me da la gana, porque yo soy lo más importante, lo único importante. ¿Por qué le voy a ceder el paso yo a nadie en una acera, o a un peatón cuando quiere cruzar un paso de cebra? Somos individuos, y cada uno va a lo suyo. Hay gente que se molesta con nada: con una risotada, con un grito o con la música alta. Me da igual. Tengo derecho a hacer lo que me dé la gana. Bastante es tener que aguantar que no pueda fumar en donde me apetezca. Soy libre y nadie puede quitarme mi libertad. La gente no sabe el gusto que da hacer lo que a uno le apetezca en cada momento. La gente es muy antigua y, además, muy artificial. Hay quienes no parecen seres humanos, sino robots que cumplen reglas estúpidamente. Les diría que descubrieran la nueva modernidad, la nueva naturalidad, pero no se lo digo. No son más que unos viejos con pocas ganas de vivir y con poco futuro. Que les den. -me dijo.

-¿Y tú qué le dijiste?

- Nada. Bastante tiene con elegir vivir y morir solo.


miércoles, 8 de noviembre de 2023

La condición femenina, según Graciela Hierro, por Manuel Casal, en Masticadores



Es posible que, dada la velocidad a la que evoluciona hoy el mundo, el pensamiento de Graciela Hierro pueda parecer algo antiguo o, quizá, demasiado elemental. Mi decisión de mostrar aquí algunas opiniones de esta filósofa se debe a que soy consciente de que estamos en una sociedad postmoderna, en donde caben todos los pensamientos y todas las actitudes, y a que me parece que en ella existen personas a las que las ideas de esta profesora les pueden hacer algún bien. Expongamos, pues, brevemente, sus aportaciones básicas sobre lo que significa ser mujer...

Puedes leer completo el artículo de Manuel Casal pulsando aquí.




viernes, 7 de julio de 2023

Una forma de justificarte moralmente una decisión



Intenta preguntarte y responderte estas cuestiones. Piénsalas bien y contéstate.

Si estuvieras en el lugar de los Otros, ¿te movería a tomar esa decisión lo mismo que te mueve ahora?

¿Qué ocurriría si Todos los habitantes de una comunidad decidieran que lo Suyo es lo único importante?

¿Estaría bien que para conseguir lo Tuyo, le quitaras derechos (libertad, igualdad, dignidad, etc.) al resto de seres humanos, tan humanos como tú?

¿Se puede utilizar a un ser humano en beneficio de otro ser humano?

Si decides no aportar nada al resto de la comunidad, es posible que no haya fondos para socorrer a los más necesitados, y que estos puedan, incluso morir. ¿Encuentras esto justificado? ¿No te importaría que uno de los más necesitados fueses tú?

viernes, 10 de marzo de 2023

Exposición de obras de Juan Muñoz / 2 de 2

Días pasados comentamos la obra de Juan Muñoz Con la corda alla bocca, que puede contemplarse en la exposición que la Comunidad de Madrid organiza en la sala Alcalá 31, de Madrid. Hoy vamos a comentar la denominada Plaza. Esta obra pertenece al Kunstsammlung K21, de Düsseldorf, y no ha vuelto a verse en España desde que el artista la creara para la exposición que tuvo lugar en el Palacio de Velázquez, en Madrid, en 1996.




Está formada por veintisiete personajes, todos ellos con rasgos orientales. Posiblemente esto sea para que, como suele ocurrir en occidente, nos parezca que son todos iguales. Todos van vestidos de manera similar. Todos se ríen, aunque no se sabe de qué. Todos hablan, pero no se oye nada. No se trata de un conjunto de seres humanos concretos, sino del ser humano. Creo que se trata del ser humano contemporáneo, el que, aunque no lo queramos reconocer ni hablemos de ello, está una vez más perdido en una profunda crisis existencial. Este ser humano actual, que no acierta a conjugar sus enormes deseos de individualidad con sus necesidades de socialidad, que quiere relacionarse con los demás, pero que tantas veces el intento no llega más allá de unas risas superficiales, que a la vez quiere crear una sociedad, pero que huye de ella en cuanto puede, que cree que el ser humano no se va haciendo a lo largo de la vida, sino que ya es lo que es y no tiene que buscar nada más.



Todos los personajes parecen prácticamente iguales. Todos se ríen, pero ¿de qué se ríen? ¿de lo mismo? Nosotros solemos ir por la vida cargados con nuestros problemas, más bien tristes y, en todo caso, serios, pero ellos, todos, sorprendente y chocantemente se ríen. Es como si no tuvieran problemas, y si los tienen, no se ve que los afronten.

Ninguno de los personajes tiene pies. ¿Qué quiere decir esto? Quizás que no se pueden mover, que están anclados física e intelectualmente en lo mismo, en lo de siempre, sin posibilidad de salir de ahí.




Todos se relacionan entre sí, pero ¿cómo es esta relación? De nuevo creo que aparece aquí la ética. Lo que debería ser un criterio básico y profundo para establecer relaciones sociales lo disfrazamos de economía, de sociología, de política, o huimos descaradamente de hacernos estos planteamientos hacia territorios menos problemáticos y más agradables.

Para que el espectador pueda hacer estas reflexiones u otras, Juan Muñoz nos ofrece una serie de figuras que se expresan a su manera ante el espectador, pero dejando fuera a éste. Es una Plaza en la que no puede entrar, en la que ocurren cosas, pero siendo él ajeno a todo ello. Esta es una técnica de distanciamiento creativo que funciona como una provocación para el espectador. A este no le permiten pasear entre los personajes, no puede acercarse demasiado a ellos. El acercamiento debe ser mental, intelectual. Debe pensar para entender. El hecho de que esto hoy sea un difícil asunto no hace más que mostrar la profunda crisis humana en la que vivimos, de la que nadie habla y que tanto disfrazamos con las más variadas ocurrencias.

La exposición puede verse de martes a sábado de 11.00 a 20:30 h., y los domingos de 11:00 a 14:00 h. Estará abierta hasta el 11 de junio. El 17 de junio se abrirá en el Centro de Arte Dos de Mayo, en Móstoles, la segunda parte de la exposición, en esta ocasión titulada con un verso de T.S. Eliot, En la hora violeta.

Me parece muy interesante la lectura del artículo de Ianko López, Juan Muñoz: reivindicación del artista madrileño que el mundo amó, aparecido en El País del 8 de febrero de 2023. https://elpais.com/eps/2023-02-08/juan-munoz-el-artista-que-veia-el-futuro.html

También este otro de Ángela Molina, titulado Juan Muñoz, templo del silencio, aparecido en el mismo perióidico el 3 de julio de 2015. https://elpais.com/elpais/2015/06/05/eps/1433509094_873815.html#?rel=mas


martes, 20 de diciembre de 2022

La justicia y la ética

 


Podríamos pensar que es la clase pobre, esa que no tiene acceso fácil a la cultura y que tiene que hacer milagros con su economía para intentar vivir como sea, la que ha abandonado la ética. Pero no es así. Sería más acertado pensar que es la derecha, la que solo contempla su propio poder económico e ignora la situación de todos, la que o no sabe nada de ética o no quiere saber nada de ética.

Ayer el Tribunal Constitucional tenía que votar si apartaba de un caso a dos magistrados con mandato caducado y con intereses en la causa. Lo ético hubiese sido que los magistrados hubiesen abandonado la sala y no hubiesen decidido sobre su propio futuro, porque nunca se puede ser juez y parte en ningún caso. Pero no. La ética ha muerto en la derecha. Los dos señores magistrados, no dos indocumentados, sino dos señores magistrados, siguieron en sus poltronas y votaron con total parcialidad y bruta naturalidad sobre sus propios futuros. Dos magistrados del Tribunal Constitucional se olvidaron de la imparcialidad y del intento de objetividad y votaron según sus propios intereses. Y a continuación aprobaron también la intromisión del poder judicial en el legislativo. Están destrozando no solo la imagen que tienen los ciudadanos de la justicia, sino la propia justicia. Y están destrozando la democracia, que confunden con un circo en el que vale todo y en el que lo que hay que perseguir son exclusivamente los propios intereses de los poderosos, no los de todos los ciudadanos.

Los ciudadanos votan a los parlamentarios para que construyan las leyes por las que debe regirse la sociedad. Los jueces deben resolver los conflictos que surjan al aplicar las leyes, pero nunca deben impedir que se hagan leyes en el Parlamento. Hacerlo es una atrocidad propia de regímenes no democráticos. Una vergüenza tener que vivir una situación así. Una vergüenza más de corte totalitario y ultra que arruina la democracia.

Una cosa es la justicia y otra es la ética, pero hay ocasiones en las que ambas cruzan sus caminos, y entonces es cuando hay que entender que la ética está por encima de la justicia. Pero para eso hay que tener un grado de humanidad y de grandeza que esta derecha embrutecida que padecemos no tiene.

¡Qué desvergüenza y qué vergüenza!

miércoles, 20 de julio de 2022

Ética



 

Al paso que vamos, llegará un momento en el que será casi imposible encontrar a alguna persona que tenga ética. Espero no vivir ya esa situación.

domingo, 24 de abril de 2022

El multado y la ciudadana


 

Era un señor alto y delgado. Vestía como quien ha tenido dinero, pero solo dinero, ni cultura ni demasiada educación. Pronto se advertía que hablaba y vivía como si el mundo fuese suyo y pudiese hacer de él un uso privado. Por supuesto que la calle también era suya, así que había aparcado el coche en donde le había dado la gana y le habían puesto una multa. Cuando entré en la carnicería, él ya estaba pagando, y se estaba desahogando no contra el agente que le había multado, sino contra el alcalde, al que estaba poniendo de vuelta y media. Como no sabía qué hacer con la multa y la carnicería también la consideraba suya, estaba ocupando el tiempo de la carnicera y de quienes esperábamos, para preguntarle qué tenía que hacer con el papelito que se había encontrado en el coche. Lo hacía con un lenguaje machista, antiguo y, a mi juicio, poco respetuoso con la carnicera. Como no lograba enterarse de lo que esta le decía que hiciera, insistía en preguntarle, de esa manera dulzona y cosificadora que usan a veces los machistas, y sin importarle la espera que estaba provocando con sus asuntos privados, que era lo único que, al parecer, le importaba. Alguien protestó y el señor, tras acordarse de nuevo del alcalde, salió refunfuñando, a ver si lograba que le quitaran la multa.

Después pasé por una de las plazas de la ciudad. Tenía un largo sistema de desagües, formado por una hilera de pesadas rejillas rectangulares que cubrían en el suelo el canalón. Me fijé en que una de ellas estaba levantada y que alguien al pasar por allí podía tropezar con ella y caerse. Intenté ponerla en su lugar con el pie, pero era muy difícil hacerlo, tanto como me parecía que debía de haber sido sacarla de allí. Como no lo logré, un señor mayor, que estaba presenciando la actuación, quiso ayudar haciendo palanca con su bastón. El pobre hombre lo único que consiguió fue empujarla hasta caer debajo de la rejilla siguiente. Como la situación ahora estaba más peligrosa, vi con claridad que si quería evitar un accidente, tenía que cogerla con las manos, lo cual me daba un poco de reparo. Busqué en el bolsillo alguna factura y encontré una larga. Con ella agarré la rejilla y la puse en su sitio lo mejor que pude. Me dirigí a un lateral de la plaza para depositar la factura en una papelera y entonces ocurrió algo que me emocionó y que me dio ánimo vital para todo el día. Una señora mayor, que había presenciado la maniobra, abriendo sus brazos horizontalmente, me dijo:

-Muchas gracias en nombre de todos, de todos, porque cualquiera podía haber tropezado y haberse caído. Muchas gracias.

Aquello me emocionó, pero no porque me diera las gracias en público, sino porque hablaba en nombre de todos. La señora se consideraba miembro de su ciudad -de su polis, pensé yo-, y hablaba y actuaba como una ciudadana a quien le importaban sus conciudadanos y su ciudad. A mí me dejó sorprendido y conmovido, y solo acerté a decirle que alguien lo habría dejado mal puesto, a quitarle importancia al episodio y a darle las gracias a la señora por habérmelas dado a mí. Si yo no fuera en el fondo tan tímido, me hubiese parado a hablar con la señora, porque seguramente tendría mucho que aprender de ella, pero me limité a sonreírle con amabilidad y a marcharme.

En realidad, estos dos episodios ocurrieron el mismo día, uno tras otro, pero temporalmente al revés: primero el de la señora ciudadana y después el del señor multado. Yo tuve que hacer un cierto esfuerzo por olvidar este último y por recordar el de la señora, que me parecía un ejemplo de ciudadanía, de educación, de cultura y de convivencia humana. Por eso los pongo aquí en este orden, para que el lector, si le parece, se quede con el buen sabor de la acción ejemplar de un ser humano con quien se puede vivir en una ciudad.



miércoles, 8 de diciembre de 2021

Las nubes

 



La ingenuidad podría llevarnos a pensar que las nubes son libres. No es así. Las nubes siguen escrupulosamente las leyes de la física, de la misma manera que los seres humanos deberíamos elegir libremente seguir las leyes de la ética.

sábado, 13 de noviembre de 2021

Sudores fríos / 29: Moral



 

El uso de la mascarilla dice mucho del componente moral de una persona. 

La mayoría de ellas no sirve para protegerse, sino para proteger a los demás.


miércoles, 21 de julio de 2021

Papeles para aprender. Manuel Vicent: En la mar


Fotografía tomada de El País.

 Otra lección de sabiduría la que da Manuel Vicent en su columna de El País de los domingos. Se titula En la mar, y puedes leerla aquí.

martes, 27 de abril de 2021

Por razones éticas




 Nadie pide que no se tenga en cuenta a la ultraderecha por razones políticas, sino por razones éticas: por discriminar a las personas de otras etnias, a las mujeres, a los mayores, a los extranjeros y a quienes les interesa, por no respetar a los otros, por usar el bulo y la mentira, por defender la violencia y por ser antidemócratas. No se puede tratar a los seres humanos como pretenden ellos. Esto de la ética no lo entienden las derechas ni les interesa entenderlo.

martes, 3 de noviembre de 2020

Dicho en el pasado. Evolución




3 de noviembre de 2013

 La madre Naturaleza, en su infinita sabiduría y siendo plenamente consciente de que el objetivo primordial de su quehacer era la felicidad de cada uno de los seres humanos, diseñó un mundo en evolución. En él, las orejas de todos los individuos se fueron adaptando a los auriculares de todos los aparatos sonantes, los dedos se fueron amoldando a las teclas del teléfono móvil, la piel fue aceptando cada vez más tatuajes y piercings hasta que ya no parecía piel, se inventó el borde del asiento de enfrente, en el autobús o en el tren, para que se pudieran poner en él las suelas de los zapatos e ir así más cómodos, la televisión nos permitió ver lo que había lejos, sin necesidad de pararse a ver lo que había cerca, la ética fue perdiendo posiciones para que no hubiera que cumplir sus normas y algunos estuvieran seguros de que así se realizaban, el trabajo de unos se fue considerando paulatinamente como el mecanismo idóneo para que otros obtuvieran beneficios, se comprendió que el sentido de los árboles era que fueran talados y que el de las flores fuera pisarlas para que algunos humanos se sintieran superiores, los animales fueron puestos a disposición del gozo y la distracción de quien quisiera hacerlo, se creó la velocidad para ir con más rapidez hasta el fin, los sonidos fueron dando lugar a los ruidos, la política fue dejando paso a la economía, los valores cayeron ante el dinero y se originaron las privatizaciones para que unos pocos listos se pudieran hacer ricos con relativa facilidad. A veces parecía que la Naturaleza fuese divina. Buenas noches.

domingo, 27 de septiembre de 2020

Él y su coche



 Eran él y su coche. No existía nada más en el mundo. Lo que se veía por ahí eran seres ajenos a él y a su coche, carentes de importancia y de significado en su vida. Él y su coche habitaban en una soledad gozosa en medio de todo lo que no le interesaba. Cuando él y su coche estaban juntos, el mundo sonreía. El coche, aunque no hablaba, obedecía sin rechistar. Era un coche bueno y nunca se negaba a lo que él le solicitaba. En su coche el confort, la paz y el placer estaban garantizados. Él en su coche hacía lo que le apetecía. Iban, venían, paraban en donde a él le venía bien y circulaban al ritmo que en cada momento le pedía el cuerpo.

No había normas. Si acaso las muy imprescindibles, pero lo fundamental era hacer lo que la vida le pedía a gritos en cada momento. Eso de las normas era algo ajeno a su vida. Creía que cada cual tenía que ir a lo suyo y él con su coche no tenía por qué dejar de hacer lo que quería porque alguien quisiera cruzar por un paso de peatones o porque dijeran que hay que poner los intermitentes. Que cada uno se busque la vida y que gane el más fuerte.

Su coche era un Mercedes rojo de aspecto deportivo, con dos puertas y una buena radio para que todos, dentro o fuera, oyeran la música que a él le gustaba. Por dentro tenía detalles de calidad. Por fuera estaba limpio y cuidado, aunque con pequeños restos de alguna reparación.

Aparcó en la puerta del bar. Una cerveza a mediodía sentado en una terraza era muy apetecible después de una mañana de trabajo. El dueño del bar era amigo suyo y le gustaba ir a verlo y a charlar un rato. La calle tenía dos carriles y un arcén en el que se aparcaba bien. Una vez situado el coche, apagó la radio, quitó la llave y abrió la puerta para salir.

Abandonar el coche durante un rato y entrar en un mundo lleno de personas y de cosas que no le importaban demasiado era como abandonar su zona de confort. Muchas veces al día debía hacer ese sacrificio necesario de tener que andar, hablar, beber, discutir, incluso aburrirse fuera de su coche. Volver a él era como el descanso del guerrero, como la entrada en el paraíso.

Un estruendo inusual asustó a quienes estaban en la terraza del bar. Dos camareros salieron corriendo en dirección al coche. Todos se levantaron y pensaron en lo peor. Un autobús verde pasó por el carril derecho y paró a unos metros del bar.

La costumbre de no tener en cuenta las normas hizo que abriera la puerta del coche sin mirar si venía alguien por detrás. El conductor del autobús, que por sus dimensiones ocupaba todo el carril, no tuvo tiempo de ver que una puerta se le abría inesperadamente en su trayectoria. El golpe fue estrepitoso. El retrovisor rojo quedó tirado varios metros más adelante. Unos trozos de cristal se esparcieron por el suelo. La puerta quedó deformada, con el interior desencajado y sin poderse abrir ni cerrar. La fortuna quiso que a él no le diera tiempo de sacar la pierna. Aunque el coche rojo estaba aparcado algo separado de la acera, su amigo adujo que los autobuses pasaban muy pegados a los coches. Alguien en la terraza comentó que había que mirar antes de abrir la puerta. Otro pensó en la utilidad de cumplir las normas. Él se quedó a medio camino entre el ridículo que no podía admitir y el deseo de culpar al conductor del autobús que no podía expresar. Con una expresión de enorme tristeza llamó a la grúa.

domingo, 5 de julio de 2020

Felicidad



Días pasados tuve ocasión de disfrutar de una cena para dos, con velitas y champán, al aire libre, con una ilustre filósofa. Bueno, en realidad, el aire no estaba tan libre, porque un individuo individualista lo maltrataba con la contaminación acústica y ambiental que desprendía con una ruidosa moto que pasó varias veces por allí, como si necesitara hacerse presente de esa manera para sentirse vivo. Hablamos de muchas cosas, entre ellas de moral y de ética, algo que debería ser normal entre seres humanos, y que sin embargo parece cada vez más una excentricidad. Allá con lo que cada cual haga con su vida.

El caso es que mi encantadora acompañante me contó que un pensador español, aún vivo, había dicho alguna vez que él deseaba fervientemente que todo el mundo fuera feliz, porque una persona que no es feliz da mucha morcilla. La verdad es que ni el pensador ni mi compañera de cena hablaron de la morcilla, sino que usaron un término que rimaba con mulo.

Conviene que seamos felices, por el bien de los demás y, según este pensador, por la tranquilidad propia. Pero conozco a muchas personas cuyo ideal de vida es precisamente el de ser felices, que ponen todo su empeño en conseguirlo, pero que no logran acercarse a la meta ni a sus inmediaciones. 

¿Será que no hemos venido a este mundo a ser felices, sino a otra cosa? 

¿Será que la felicidad se obtiene sin buscarla? 

¿Será que la felicidad no es como nos han dicho que es?

viernes, 22 de mayo de 2020

Obligaciones



No es obligatorio tener un hijo, ni una mascota, ni ir a la moda, ni tener un coche, ni comprar una casa, ni compararse con alguien, ni sentirse superior a nadie ni todo eso que tú sabes. Lo único obligatorio es la ética y ya ves el caso que le hacemos. 

Esta es la razón última por la que este mundo es cada vez más una mierda.

martes, 4 de febrero de 2020

Buenos días. Seguir



Vivir. 
Seguir viviendo. 
Poder seguir disfrutando de la belleza, del placer y de los momentos de felicidad que nos ofrece la vida. 
Aspirar a lo que probablemente aspire cualquier ser vivo.
Desear estar vivo para seguir amando, para intentar conseguir esa meta siempre tan lejana de hacer feliz a la persona amada, a todas las personas. 
Continuar estando vivo para lograr hacer real el amor. 
Seguramente esta es una aspiración solo de los seres humanos, posiblemente de unos pocos seres humanos, de los que hayan descubierto el valor del amor y de la ética. 

Buenos días.

martes, 14 de enero de 2020

domingo, 5 de enero de 2020

Buenas noches. Ética




Tampoco se puede andar por el mundo sin plantearse cómo debe ser nuestra relación como seres humanos con los demás. 
El ser humano es fundamentalmente racional y su vida debe estar iluminada por la razón. 
La pregunta sobre cómo debe ser mi relación con los otros seres humanos debe tener una respuesta basada en la razón, no en los intereses ni en los sentimientos ni en los apetitos. 
¿Puedo explotar a otro ser humano? 
¿Puedo abusar de él? 
¿Puedo usarlo a mi antojo? 
¿Puedo discriminarlo? 
¿Puedo excluirlo? 
¿Debo ayudarle? 
¿Debo respetarlo? 
Estas son las preguntas que se hace la ética y que deben ser respondidas por cada ciudadano, procurando obtener una respuesta racional que valga para cualquier ser humano, no solo para él. 
Buenas noches.

martes, 10 de diciembre de 2019

Buenas noches. Ocupaciones




Nos ocupamos de muchas cosas a lo largo del día y a lo largo de la vida. 
¿Tienen todas la misma importancia? 
Quizá haya dos más importantes que las demás. 
Una es saber cómo funciona el mundo, cómo son las cosas, cómo es el lugar en el que estamos. 
De eso se ocupa el conocimiento, la ciencia en general. 
Cuantos más conocimientos tengamos, cuanto más sepamos, mejor viviremos. 
La otra es cómo deben ser nuestras relaciones con los demás seres humanos, en qué valores deben inspirarse. 
¿Debemos respetar a los demás, explotarlos, amarlos, odiarlos, ayudarles? 
¿Por qué? 
De eso se ocupa la ética. 
De la respuesta a esta pregunta dependerá el mundo que vayamos creando en nuestra vida. 
Buenas noches.