Hay que vivir porque merece la pena hacerlo, pero no se puede vivir de cualquier manera. La vida tiene sus propias constantes vitales. Hay, por ejemplo, unos límites de velocidad que no se pueden sobrepasar sin que se resienta la vida. Hay un determinado número de temas que se pueden tener en la cabeza sin que pases por la vida con pocas ganas de vivir. Es necesario tener un tiempo propio para que uno pueda hacer lo que realmente le dé la gana, incluso para no hacer nada. Comer y dormir no pueden hacerse de cualquier forma ni, mucho menos, con rapidez. No se puede uno olvidar de que existe
Sé que hay vida, pero vivir no es simplemente estar o moverse o hacer cosas. La vida, para que sea vida, debe ser una vida humana, en donde crezca el ser humano, en donde las relaciones del ser humano con el mundo sean creativas, constructivas, positivas, enriquecedoras, repetibles, si a uno le satisfacen, hasta la eternidad. El agobio mata la vida. Fíjate bien: el agobio mata los sentidos. Cuando desaparece el agobio, hueles el aire, ves lo que estaba ahí y antes no veías, saboreas lo cotidiano, sientes y descubres, con los pulmones llenos y con una sonrisa, lo que significa tener ganas de vivir.