Siempre me ha caído mejor el Madrid. El equipo de fútbol, me refiero. No sé por qué. O, quizás, un poco sí que lo sepa. Puede que haya algunos que, en estos asuntos, tiendan a identificarse con equipos que salen siempre a jugar como ganadores, para así compensar las carencias y las frustraciones que la vida les presenta. Puede que haya otros que tiendan más a considerarse como víctimas y que, dentro de la debilidad vital que supone el ser de un equipo de fútbol, no alberguen nunca esperanzas serias de salir de su situación de perdedores, que les baste con la compasión que generan las desgracias y que proyecten esa fatalidad en equipos segundones. Y, puede, por fin, que haya quienes les baste con identificarse con el pequeño equipo de su pequeña tierra, con el que desea alcanzar la pequeña gesta de ganar el partido del próximo domingo, aunque sea jugando en casa. En todo caso, yo creo que he estado siempre entre los del primer grupo.
Siempre tendí a identificarme con el Madrid, digo, pero ahora estoy redescubriendo el fútbol. Lo que antes era una mera forma de ganarle al adversario y así poder digerir mejor la ensalada de pimientos, ahora es más bien la ocasión de disfrutar con lo que tan certeramente califica el siempre certero Manuel Vicent como “el swing de la geometría”.
Es ésta una expresión redonda, sintética, concebida, sin duda, tras un tiempo de pensamiento fértil, culminado en un golpe agudo de intuición y cristalizado en una expresión simbólica y cabal de la realidad, que une toda la racionalidad de la geometría con el arte, el compás y el sentimiento vital del swing. Cualquiera que haya intentado bailar bien alguna vez entenderá, sin duda, lo que se quiere decir: cumplir con las normas del baile, pero hacerlo con gracia.
Habla Vicent en la entrega dominical de su visión del estado de la vida de que
Guardiola fue un futbolista sintético, que ahorraba tres jugadas con un solo pase (…) Este lance sólo lo consiguen los futbolistas que tienen el swing de la geometría en los pies.
Yo hubiese dicho que el swing lo tienen en la cabeza, para aclarar en seguida que un gran futbolista, como un gran hombre, se caracterizan sobre todo por tener cerca entre sí todos los órganos de su cuerpo. La cabeza cerca de los pies, en este caso, para decidir y responder con celeridad al reto urgente que supone el juego. En otros casos, tienen las manos cerca de la mente, o el corazón pegado al cerebro, para evitar que alguno de ellos decida por su cuenta sin contar con el otro.
Esa síntesis de elementos contrarios es la que ha logrado elaborar este año, y, además, destilando belleza y provocando alegría, el Barça. No veo yo a Florentino Pérez ejerciendo de maestro de la síntesis. Zubiri hablaba de la inteligencia sentiente y Daniel Goleman, de la inteligencia emocional, pero yo a este hombre lo veo más bien sólo como un usuario intenso de la inteligencia, como un experto de la estrategia y como un obseso del talonario. Y así, sólo conseguirá ganar partidos y dinero, pero no enamorar. Yo creo que le falta el swing.
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