No suelo ver la televisión
prácticamente nunca. Si quiero saber algo sobre la realidad, la
televisión no sirve para nada, pues son más útiles la radio y la
prensa, que deforman menos la realidad. Si la veo es casi
exclusivamente para observar algún acontecimiento deportivo.
Ahora, en verano, "la tengo que
ver" más, aunque procuro no hacerle mucho caso. Si no la ves,
no te pierdes gran cosa, pero si le prestas atención, es posible que
tengas que aguantar algún disparate o alguna bajeza de algún
personaje público sin principios y sin ilustrar. Ayer le tocó el
turno a Gallardón en uno de los telediarios. Con una naturalidad que
asusta, equiparó a las personas discapacitadas vivas con las
personas discapacitadas que están por nacer, y se quedó tan
tranquilo.
Una de tres: O ignora que hoy no se
puede atribuir la característica de "persona" a un feto
dependiente de su madre y sin un mínimo de individualidad, o su
ideología medieval y ultra le hace creerse que el feto es ya una
persona, o actúa de mala fe, engañando a los ciudadanos al procurar
que estos crean que sus suposiciones deformadas de la realidad son
las únicas verdaderas.
Hoy, salvo los fundamentalismos y los
integrismos más retrógrados, a nadie se le ocurre considerar que un
feto, en las primeras semanas de gestación, sea una persona. Una
cosa es que se mueva y otra que sea una persona. También las
lágrimas se mueven y no son personas.
Y poco parece importarle a Gallardón
lo que ocurra en el cuerpo de una mujer. Puestos a mandar y a obligar
a los demás, cualquier situación es buena para meterse en ella y
recortar todos los derechos que se puedan. Esta parece ser la gran
afición o fijación del PP.
Asusta ver a un señor como Gallardón,
que es abogado y fiscal, que ha gobernado en diversos ámbitos y que
ahora es ministro, gobernar y pontificar con esa mezcla de teocracia
barata, de conservadurismo ultra, de antigüedad mental y de creencia
en que posee toda la verdad. Da miedo.