Observo que hay buenas gentes -pocas,
pero buenas- que tienen el propósito de hacer las cosas bien.
Procuran ser eficaces, no hacer daño, ser constructivos y aportar
algo realmente valioso a la sociedad.
Pero observo también a otras gentes,
bastante inútiles, muy mareantes, pesadas como ellas solas, sin la
menor noción de la misericordia por el dolor de cabeza ajeno y sin
una muestra siquiera de sentido del ridículo, que lo único que
quieren es tener siempre razón. Pobre gente esta y pobres de
nosotros.
Y por en medio, un montón de gente que
no quiere nada de nada. Viven de vacaciones permanentes, yendo y
viniendo sin parar de la nada a la miseria.