Días
para pensar en los difuntos, en quienes estuvieron aquí y ya se
fueron. Días, también, para pensar en la muerte.
No
deberíamos tener ningún miedo a pensar en la muerte. A veces veo en
algunas personas un gran rechazo a reflexionar sobre este asunto que,
desde el principio, tiñen de negro, de temor y de huida. Creo que
habría que rechazar este punto de vista y considerar la muerte de
otra manera.
Por
una parte, me parece que hay que ser un poco más valientes y aceptar
con entereza, pero con certeza, que, aunque no queramos, nos vamos a
morir. Esto no es un hecho todavía, afortunadamente, pero es cierto.
Y,
por otra, hay que sacar de esta certeza una consecuencia muy
positiva: si me voy a morir, tengo que emplear ya, ahora, todo el
tiempo que tengo para vivir. Es ahora cuando tengo verdadera urgencia
por vivir, por sacarle a la vida todo el jugo que tiene, por no dejar
para mañana la vida que hoy puedo vivir.
¿Te
imaginas que no nos fuéramos a morir nunca? ¿Haríamos algo? ¿No
nos daría lo mismo hacer una cosa hoy que dentro de un año o que
pasados mil años? Si no nos muriésemos, posiblemente no haríamos
nada, no habría prisa por vivir, no viviríamos. Uno de los
aforismos del libro dice: “Si fuéramos inmortales, viviríamos
como muertos”. Es esto lo que quiere decir.
De
manera que corre a vivir, que tus días sean días intensos y que la
alegría de sentirte vivo sea la que se te note en cada momento. Pero
hazlo ahora, antes de que te mueras, que luego no va a haber tiempo.
Buenas noches.