El tópico dice que nunca se sabe si un
gallego sube o baja la escalera. Yo me pregunto hoy si el propio
gallego lo sabe o no. Incluso si sabe si está en una escalera o no
lo sabe. A veces tengo la sensación de que su ignorancia es tal que
lo único que sabe es que está en política, pero que no quiere
saber nada ni de escaleras ni, mucho menos, de subirlas o bajarlas.
Lo que le gusta es estar sentado diciéndole a sus acólitos -¡tantos
corruptos entre ellos!- que pongan el país en las manos privadas de
los más golfos, de los más hipócritas, de los más ricos. A fuerza
de dar rienda suelta a su afición favorita, la de dejar que los
problemas se pudran -ni sabe ni tiene ganas de hacer nada con ellos-,
el país huele cada vez más a podrido. Él mismo está podrido y
apesta a rayos -a rajoyos. Los ciudadanos se están pudriendo
también, unos, por la pobreza, y otros, por la codicia. Habría que
decirle al gallego que bajara la escalera, que abriera la puerta, que
saliera y que no parara de andar nunca.
Buenas tardes.
NOTA.
Le pido disculpas a los gallegos por
haber usado el tópico inicial en este texto. En realidad yo lo usaba
para hablar de uno solo. Un tópico no es más que el fruto de un
prejuicio y los prejuicios suelen ser injustos, falsos e
irrespetuosos. Una amiga muy sensata me ha advertido, con razón, de
que el uso de este tópico posiblemente no haya sido muy acertado. Es
verdad que yo, en cierto modo, lo usaba precisamente para
desmontarlo, haciendo ver que a uno de ellos no le ocurría eso, sino
algo peor, pero el artificio usado podía hacer que se pensara otra
cosa. Por si acaso, quiero dejar claro que yo no pienso así de los
gallegos y que los estereotipos regionales, como todas las
generalizaciones, siempre me han parecido estúpidos. Pondré más
cuidado otra vez que hable de este tipo de personajes que terminan
sacándolo a uno de sus casillas.