Quizá por deformación profesional no superada, cuando llegan estas fechas pienso en el nuevo curso. No me preocupan ahora las programaciones, ni los horarios, ni las fechas de los exámenes. A decir verdad, nunca me preocuparon demasiado estas cosas. Ahora, como antes, me preocupan fundamentalmente los alumnos, los jóvenes de poca edad, las personas. Y en mi circunstancia no me planteo cómo acercarles el pensamiento de Platón ni qué hacer para que entiendan bien el concepto de valor. Lo que me inquieta es su situación real de seres que no solo tienen que recibir instrucción en las escuelas, sino que deben educarse, esto es, adquirir los conocimientos, las actitudes y los comportamientos convenientes para que puedan vivir en la sociedad como seres humanos que deben humanizar el mundo en el que viven.
Y me pregunto ¿quién les va a ayudar a que adquieran costumbres sanas, positivas y constructivas?, ¿quién les va a aclarar lo que significa ser libre?, ¿quién les va a convencer de que todos somos iguales en derechos, con independencia del sexo que tengamos, de la religión que podamos profesar, del color de nuestra piel o del país en el que hayamos nacido?, ¿quién les va a hacer entender la importancia indispensable del respeto en las relaciones con los demás?, ¿quién les va a explicar en qué consiste realmente vivir en una democracia?, ¿quién les va a abrir los ojos para que vean la lamentable importancia del machismo en la sociedad? o ¿quién les va a mantener a punto el deseo de leer?
No me preocupa quiénes les van a convertir en topógrafos, fisioterapeutas o ingenieros informáticos, sino quiénes van a ocuparse de que lleguen a ser lo que son: seres humanos.
Buenas noches.