Preciosa tarde la de hoy. La luz
haciendo su viaje, desplegando todo su potencial de matices, de
tonos, de sugerencias cromáticas. La dulce caída de la tarde sobre
el paisaje, sobre los edificios, sobre la vida. A cada instante una
visión distinta, nueva, diferente. La luz iba creando incesantemente
belleza. Parecía que insistiera en decirnos que la vida es una
sucesión de instantes, todos diferentes, todos irrepetibles. Y que
los que estamos vivos deberíamos estar atentos a cada momento de la
vida, a todo lo que pasa en cada momento de la vida, a la eterna
sorpresa que representa estar vivo, al inenarrable espectáculo del
despliegue de la vida ante uno. Como si la vida viviera para ti y tú
no tuvieras más que vivirla introduciéndote en ella.
No vivas sin amar la vida, porque
entonces no podrás sentirte vivo. Ama hasta en el último momento
del día. Cuando, después de bajar los hombros, de respirar suave y
profundamente, de lograr que te vaya pesando el cuerpo poco a poco,
te acuerdes de lo que has vivido hoy, hazlo con amor. Que una sonrisa
asome por tus labios y que con ella envíes cariño a las personas a
las que quieres. Y también a las que te quieren a ti. Que esa nube
de cariño que formamos cada noche con nuestros amores rocíe la vida
de todos ellos, de todas ellas, y el mundo, tu mundo, se quede en
calma, en el sosiego del descanso. Buenas noches.