...Y esos espíritus, temidos por su poder sobre los niños, varones, por supuesto, y sobre las mujeres embarazadas, eran el reflejo de los sentimientos ambivalentes que desde milenios se percibía (y aún se percibe) en todo lo relacionado con lo femenino: por un lado, la mujer como fuente de vida; por otro, la mujer como reencarnación del pecado, del caos, de la destrucción...
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