Vivir es descubrir la vida. Algunos se conforman con reproducir lo que han visto, pero terminan sin enterarse de nada. Uno de los fines de la educación es -y debería ser en la práctica- la búsqueda y el descubrimiento de fuentes de placer, de vías por las que la sonrisa y las ganas de vivir entren en lo cotidiano. El enfoque exclusivo hacia lo profesional me parece falso y hasta peligroso. Se trata, más bien de prepararse para vivir bien sin que esto se reduzca a los aspectos materiales más burdos.
En esto de encontrar los placeres de la vida reconozco que quizás yo pueda ser algo raro porque una de las cosas con las que más gozo es explicando a Kant en clase, pero con calma, no con las absurdas apreturas y las prisas actuales. ¿Qué más se puede pedir cuando eres capaz de hablar de la construcción racional kantiana y notas que los alumnos te siguen y te entienden y, a veces, hasta te preguntan algo?