Entrevistada hoy en Boulevard de Radio Euskadi por Miriam Duque.
En las relaciones interpersonales es fundamental que ese vínculo esté basado en la sinceridad y en la honestidad.
Sin embargo, hay muchas personas que en algún momento han mentido a un@ amig@, a un@ familiar o a la pareja; ya sea por temor a que esa realidad oculta pudiera enfadar o hacer daño a la otra persona, o porque pueda romperse la relación por causa de esa mentira.
Sin embargo, hay muchas personas que en algún momento han mentido a un@ amig@, a un@ familiar o a la pareja; ya sea por temor a que esa realidad oculta pudiera enfadar o hacer daño a la otra persona, o porque pueda romperse la relación por causa de esa mentira.
Los engaños, las mentiras o las infidelidades suelen conllevar sentimientos de culpa y el no sentirse bien con un@ mism@.
Esos remordimientos pueden hacer tomar la decisión personal de confesar la verdad.
Al expresarla es importante:
- Elegir un buen momento y un lugar adecuado (sin prisas ni interrupciones).
- No confesarlo bruscamente sino con delicadeza y tranquilidad.
- Ser direct@ y honest@ explicando realmente lo que pasó y si hubo alguna justificación.
- Manifestar el sentimiento que te produce lo ocurrido y sentir empatía por el dolor del otr@ ante el engaño.
- Disculparse y asegurar que se va a hacer todo lo necesario para cambiar y para que no vuelva a ocurrir.
- Y, finalmente, aceptar las consecuencias impuestas por esa conducta inapropiada; ya sea el perdón, la distancia o la ruptura de la relación.
En cualquiera de los casos, en quien ha sido engañad@ se generará un sentimiento natural de desconfianza; y supondrá un punto de inflexión en el crédito de confianza que se tenía depositado en la otra persona antes del descubrimiento del engaño.
Ese crédito se podrá recuperar si con el tiempo se demuestra un cambio real; o se perderá para siempre si se trata de alguien que miente compulsivamente, ya que permanecer en una relación así sería tóxico y agotador emocionalmente. En ese caso lo recomendable sería abandonar y distanciarse...
Esos remordimientos pueden hacer tomar la decisión personal de confesar la verdad.
Al expresarla es importante:
- Elegir un buen momento y un lugar adecuado (sin prisas ni interrupciones).
- No confesarlo bruscamente sino con delicadeza y tranquilidad.
- Ser direct@ y honest@ explicando realmente lo que pasó y si hubo alguna justificación.
- Manifestar el sentimiento que te produce lo ocurrido y sentir empatía por el dolor del otr@ ante el engaño.
- Disculparse y asegurar que se va a hacer todo lo necesario para cambiar y para que no vuelva a ocurrir.
- Y, finalmente, aceptar las consecuencias impuestas por esa conducta inapropiada; ya sea el perdón, la distancia o la ruptura de la relación.
En cualquiera de los casos, en quien ha sido engañad@ se generará un sentimiento natural de desconfianza; y supondrá un punto de inflexión en el crédito de confianza que se tenía depositado en la otra persona antes del descubrimiento del engaño.
Ese crédito se podrá recuperar si con el tiempo se demuestra un cambio real; o se perderá para siempre si se trata de alguien que miente compulsivamente, ya que permanecer en una relación así sería tóxico y agotador emocionalmente. En ese caso lo recomendable sería abandonar y distanciarse...
En conclusión, la mentira y el engaño antes o después se descubren y tienen fecha de caducidad; en cambio, perpetuarse en ellas, hace que la confianza se muera para siempre.
Y para engañar hace falta tener mucha memoria y habilidad; mientras que para confesar la verdad solo se necesita valor y deseos de honestidad.
Y para engañar hace falta tener mucha memoria y habilidad; mientras que para confesar la verdad solo se necesita valor y deseos de honestidad.