El festival ONE WORLD TOGETHER AT HOME fue un buen espectáculo y mostró que una sorprendente oleada de solidaridad, de hermandad y de amor recorre el mundo. Ocho horas sin oír ni una sola palabra de enfrentamientos, de rabias, de odios ni de deslealtades. Y sin música española. Fue una placentera sensación de sentirse ciudadano del mundo.