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miércoles, 27 de diciembre de 2017

Amaia Bakaikoa. Sobre el castigar a los niños sin regalos


Entrevistada hoy por Iñigo Lejarza Ortiz en Boulevard de Radio Euskadi.
Esa mítica frase hacia l@s niñ@s de “pórtate bien que si no, no vas a recibir regalos en Navidad”, es un mensaje sutilmente tóxico que hace que se porten bien por miedo y no por los principios y valores de que hay que hacerlo porque es algo bueno y deseable para su propio crecimiento personal y en relación a l@s demás.
Quitar los regalos sería un castigo negativo.
Y las teorías psicológicas del aprendizaje ya han evidenciado suficientemente que el castigo no es una buena estrategia de educación, porque tal vez se consiga a corto plazo eliminar las conductas no deseables, pero no a medio ni largo plazo.
Y además conlleva consecuencias emocionales negativas, con lo cual no es ético educar así.
Lo adecuado es centrarse en educar y modelar a través del refuerzo y la valoración positiva de los comportamientos deseables, con elogios y premios reconfortantes que muestren la satisfacción que nos producen esas actitudes a la vez que les evidenciamos lo que deben cambiar y mejorar.
Y, por supuesto, nosotr@s somos el mejor modelo a seguir para nuestr@s hij@s en su educación.
Y dar ejemplo es la principal manera de influir en sus buenos comportamientos y actitudes.
Por otro lado, vivimos en una sociedad excesivamente consumista y materialista; y creo que habría que racionalizar y limitar ese tipo de regalos materiales excesivos.
El mejor regalo que puede recibir un@ niñ@ es el tiempo y la dedicación afectiva de sus padres y madres.
Y las investigaciones demuestran que así lo valoran la mayoría de l@s niñ@s.
Cuando regalamos algo, ya sea material o no, es para mostrar gratitud y generosidad transmitiendo afecto a través de ese gesto.
Y a l@s niñ@s se les enseña así la importancia de dar y de recibir; y la satisfacción que ambos actos producen.
Regalemos, pues, mucho amor y tiempo para ell@s.
Y transmitamos valores libertarios y solidarios a nuestr@s hij@s para que aprendan también a empatizar y compartir con quienes a su alrededor viven situaciones de necesitad.
Mi abrazo y mi pequeño homenaje desde aquí para Eduardo y Jonatan, dos preciosos niños gitanos que tuve la suerte de conocer antes de ayer y me hicieron un bonito regalo transmitiéndome su cariño y alegría, a pesar de vivir en una situación delicada y haber padecido en su propia piel un terrible incendio.