Hay una cierta tendencia en el mundo de los restaurantes hacia lo que llaman el “maridaje”, que consiste en elaborar un menú, de forma que cada plato se acompañe con un vino cuyo sabor se compagine bien con él. Uno de los problemas que tienen estos maridajes es que mezclas el fino con el vino blanco, con el tinto, con cava, con orujo y con el último invento que se le ocurre al organizador. Y, si no estás atento, puedes terminar con las mejillas excesivamente rojas y con los ojos empequeñecidos, lo cual es señal de que algo ha ido mal con el alcohol.
Ahora se están celebrando en Madrid, hasta el día 22, las I Jornadas Madrileñas de Mahou – San Miguel en alta restauración. Son también unas sesiones de maridaje, pero, en lugar de con vinos, con cervezas. Participan una docena de restaurantes, podríamos decir que de la gama alta, entre los que se encuentra el Oter Epicure, restaurante de una cadena que empezó Gerardo Oter y que hoy cuenta con un buen número de locales. El más reciente creo que es Colonial Norte, en la estación de Príncipe Pío, una mezcla de restaurante, bar de copas, sala de música y quizás algo más.
Como el experimento nos parecía interesante, hemos ido a probar. Pongo aquí el menú por curiosidad y para que sirva de muestra de algunas cosas que se hacen hoy por las cocinas públicas.
Comenzó el episodio con un Pan de sardinas, consistente en una rebanada de pan tostado y untado con el aceite de asar las sardinas, cuyos lomos venían encima del pan. Unas hojas de diversas lechugas terminaban la presentación. Muy bueno de sabor y de textura. Se acompañaba con una botella de Mahou Premiun Light, uno de los últimos inventos de esa marca, con sólo 3,5º y con menos calorías que la normal.
La cosa siguió con un Huevo frito con compota de tomate y setas de temporada. La estrella del plato era la compota de tomate, elaborada sin triturar excesivamente la hortaliza, sino, más bien, dejándola a trozos. Se “armonizaba”, según la carta, con otra botella, esta vez, de Mahou Clásica.
Por mí hubiese dado por terminada ya la comida, pero ésta continuó con un Lomito de bacalao con miel, pasas y piñones que hubo que probar. El bacalao estaba sublime, tanto por el desalado como por el punto de cocción, que incluía un breve toque de horno con una salsa holandesa. El acompañamiento le daba un toque que a mí me recordaba algún plato de cocina mozárabe. Aquí la armonía venía de la mano de otra botella de San Miguel 1516, una cerveza de la gama alta de esa marca.
No acabó ahí la cosa, sino que trajeron tres buenas tajadas de Carrillera de ternera estofada con patatas a la vainilla. Aquí es en donde empecé a decir palabras que contenían una “j", como, por ejemplo, “Joder, ¿más?” o, como soy andaluz, algo así como “Ojú, ojú, ojú”. Pero, en todo caso, tienes que probar -probar- la carrillera, que estaba guisada con vino tinto y que estaba más que exquisita. Venía acompañada de una salsa espesa de boletus y de una botella de San Miguel Selecta XV, una cerveza de 6,5º, elaborada con tres clases distintas de lúpulo y con otras tres de malta. Quizás fue la mejor de todas las cervezas que probamos.
Por fin, la “frugal colación”, como llamaban antes a las comidas escasas, terminó con unos Canelones de mousse de chocolate y frutos secos, acompañados de otra botella de cerveza Mahou Negra que, ciertamente, compagina muy bien con el sabor del chocolate, como se puede comprobar en casa perfectamente.
Todo estaba exquisito, estupendo y no pongo el precio porque puede que haya quien piense que hablar de dinero es una ordinariez. Pero estoy roto. Tengo el organismo con más cerveza que sangre. He estado toda la tarde andando y aliviando la vejiga y creo que aún, a estas horas de la noche, estoy haciendo la digestión. Creo (momento de reflexión oportuna / lamento intelectual / arrepentimiento sincero) que hay que cambiar el concepto de comida por el de alimentación. Y la razón es porque es más sano. Diseñar un menú con estas cantidades es una barbaridad, y comérselo, otra aún mayor. Así que mañana hay que contrarrestar los efectos de este espléndido y estúpido atracón: un poquito de ensalada, un trocito de pescadilla hervida y a huir a hacer deporte.
Y de cerveza no quiero ni oír hablar. Y, además, te digo una cosa sabiendo lo que te digo: Come en casa
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