No
deberíamos confundir a los ciudadanos con los políticos, ni al
pueblo con sus gobernantes.
No
deberíamos odiar.
Deberíamos
intentar unir y no separar.
No deberíamos dejarnos llevar sólo por los sentimientos.
Deberíamos
todos respetar las leyes.
No
deberíamos tomar ejemplo ahora de lo que nos dicen estos gobernantes
que es la democracia, ni la política, ni los valores.
Deberíamos
renovar nuestro fondo de armario moral.
No
deberíamos estar sólo tristes, sino preocupados y reflexivos.
Deberíamos
tener, a pesar de todo, esperanza.
Deberíamos
esforzarnos por ser prudentes.
Deberíamos huir del cinismo, de la cerrazón y de lo innoble.
Deberíamos
dialogar urgentemente.