Temo las reacciones inmediatas,
viscerales y poco pensadas de los ciudadanos. Tenemos unos usos y
costumbres que en muchas ocasiones pueden ser injustos.
Hoy, por ejemplo, ha surgido la noticia
de los presuntos malos tratos del político Juan Fernando López
Aguilar hacia su exesposa, denunciados por su excuñada, aunque hay al respecto informaciones contradictorias. La reacción
subsiguiente de muchos y de muchas ha sido la de condenar enseguida
al diputado, creyendo más, por alguna razón que desconozco, a su
expareja que a él mismo. Parece que en este país la labor de los
jueces es muy secundaria, por no decir prácticamente innecesaria.
Poco les importa a muchos ciudadanos y a muchas ciudadanas que se
prueben o no los hechos denunciados, porque el juicio y la condena ya
están hechos y el daño, también.
Me he pasado toda la vida luchando
contra la violencia de género, intentando que los jóvenes
aprendieran a verla venir y colaborando en todas las protestas que he
podido contra esa manera inhumana de tratar a las mujeres. Pero lo
que me parece un disparate es esa imprudencia, esa precipitación con
la que en este país se le cuelga un sambenito al primero que
aparece.
Me parece que lo justo es esperar a que
se pronuncie el juez y si resulta culpable, que caiga sobre él todo
el peso de la ley, pero si no lo es, no tiene por qué soportar los
juicios paralelos, imprudentes e injustos de quienes están deseando
condenar a quien se ponga a tiro.
Parece que la paciencia y la prudencia
se cotizan caras por aquí.
Buenas noches.