Es más fácil odiar que amar.
Amar
exige un esfuerzo de generosidad y de pérdida de algo propio, sea
tiempo, beneficios o privilegios.
Odiar, en cambio, te puede hacer sentir
superior, aunque sepas que no lo eres.
Amar exige una limpieza de la
voluntad que cada vez es más difícil mantener.
Odiar, en cambio,
admite todas las suciedades, aunque no se sea consciente de que se
tienen.
El odio surge siempre de una vivencia negativa, por ejemplo,
de un trauma sufrido, de un resentimiento motivado por una situación
en la que nos ha ido mal, por un sentimiento de inferioridad mal
gestionado, pero el que odia es incapaz de superar la causa de su
odio.
La felicidad nunca llega por el camino del odio.
Buenas noches.