LOS
ADJETIVOS
Los
adjetivos han estudiado Etimología. Y saben latín. Cualquier
hispanohablante conoce materno,
paterno
y fraterno,
porque vienen del latín mater-matris,
pater-patris
y frater-fratris.
¿Por
qué algunos adjetivos han conservado estas derivaciones
etimológicas, a partir de su original latino, en lugar de
sustituirlas por los procedimientos generales, los sufijos
corrientes? Pues probablemente porque en el nivel coloquial apenas se
usan, solo en el nivel culto, literario. Y normalmente se sustituyen
por la expresión de
madre, de padre, de hermano.
Y sin embargo los conocemos, pero eso ya se carga a la cuenta de la
memoria, y en un lenguaje pasivo, aunque no los usemos, los
reconocemos. Y mi corrector de Word también los reconoce.
El
adjetivo de boda es nupcial,
de caballo equino,
de cabello capilar,
de perro canino,
de cola caudal,
de trabajo laboral,
de guerra bélico,
de hecho fáctico,
de ejército militar,
de dios divino,
de dedo digital,
de dinero pecuniario,
de mujer femenino,
de hombre masculino,
de bosque forestal,
de nombre nominal,
de hierro férreo,
de plomo plúmbeo,
de río fluvial,
de lluvia pluvial,
de pecho pectoral,
de mes mensual,
de año anual,
de vejiga vesicular,
de raíz radical,
de abismo abisal,
de enemigo hostil,
de domingo dominical,
de noche nocturno,
de ojo ocular,
de oreja auricular,
de huevo oval,
de oro áureo,
de paraíso
paradisíaco...
Claro,
el léxico es cosa de memoria y la memoria humana tiene unos límites.
Solo nombres muy usuales, y una cantidad limitada, tienen el adjetivo
derivado con el original latino. Y, al fin y al cabo, es una cuestión
de palabra patrimonial, el nombre, y cultismo, el adjetivo. El nombre
ha evolucionado conforme a las leyes fonéticas, factum
evoluciona a hecho;
pero el adjetivo, por vía culta, sigue siendo fáctico.
Incluso muchas veces el nombre ha cambiado, frater
ha sido sustituido por otra raíz, hermano,
y el adjetivo sigue anclado en fraterno.
Al
formar el superlativo en -ísimo
se produce un fenómeno similar. De fuerte
fortísimo, de bueno
bonísimo, de fiel
fidelísimo, de
horrible horribilísimo,
y, por una peculiaridad del latín, de pobre
paupérrimo, de pulcro
pulquérrimo, y de
abundante ubérrimo.
Con
los gentilicios, esos adjetivos derivados de topónimos, nombres
geográficos, ocurre otro tanto. Por ejemplo, de Valladolid
vallisoletano,
de Lugo lucense,
de Huesca oscense,
de Huelva onubense,
de Ávila abulense,
de Badajoz pacense.
A veces incluso a partir de etimologías populares, ¿o es que hubo
alguna vez un Vallisoletum
romano? También estos son todos adjetivos restringidos al nivel
culto, no al coloquial. A mí no se me ocurre decir "He hablado
con mi amigo Alfredo el oscense", digo "el de Huesca".
La
palabra adjetivo viene de ad
+ jacio,
lanzar hacia, porque el adjetivo es como que lanzara hacia el nombre
una cualidad o una característica. Iacio
puede resultarnos un desconocido porque como tal no ha pasado al
español, pero con prefijo está en muchas y muy importantes
palabras: sujeto,
subjetivo,
objeto,
objetivo,
deyección,
proyección,
abyecto,
trayecto,
inyección,
conjetura,
interjección...
Este verbo merece otro día un comentario más largo.