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martes, 2 de octubre de 2012

Buenos días. Atención al cliente




Observo cada vez con más frecuencia que parece que la misión de un vendedor, de un dependiente o de cualquier persona que trate con personas directamente no es la de atender a un cliente, sino la de charlar animadamente y, a veces, a voces con su compañero o compañera de trabajo. Nadie controla o inspecciona nada. Si le hablas al vendedor o a la azafata y están ocupados en sus charlas, hasta parece que molestas.

Cuando encuentras en algún sitio a alguna persona que te atiende correctamente, como si de verdad hacerlo fuera su trabajo, parece que estás en la gloria. Las costumbres neoliberales ha calado con tal fuerza entre la población menos ilustrada que mucha gente cree que lo privado, lo particular, lo que viene bien o lo que apetece debe estar por encima del servicio, de la correcta atención al cliente. Qué lejos queda aquella idea de que el que paga debe salir a gusto del local. Qué extraño lugar está ocupando el trabajo en nuestras vidas. Qué débil se está quedando la ética.