Pronto empezarán a llegar refugiados a
España. Será una verdadera invasión y no procederán de un solo
país, sino de muchos; prácticamente, vendrán de cualquier parte.
Se trata de personas, de familias enteras, que no pueden soportar
vivir en sus países de origen, en donde las condiciones laborales,
la explotación que soportan o que practican, la ausencia de tiempo
libre, incluso el clima les empuja hacia lugares en los que la vida
les resulte más humana. Estos refugiados serán recibidos con los brazos abiertos,
porque vendrán con dinero fresco, aunque sea poco, y algo dejarán.
Serán tratados con la delicadeza neoliberal que caracteriza nuestro
sector servicios y se marcharán luego encantados, con la piel
tostada como si hubieran estadio trabajando en el campo, y el ánimo
encandilado por haber podido gozar de unos días de verdadera
libertad. Tras su paso quedará un buen rimero de camareros,
cocineros y personal de hoteles, hombres y mujeres -previsiblemente,
más mujeres que hombres- que, tras unos meses de práctica
esclavitud, volverán a engrosar las listas del paro y a darle
vueltas en la cabeza a la posibilidad de refugiarse en algún otro
país.
Buenas noches.