Hay dos maneras de contar lo que uno ve
que pasa cuando mira por la ventana. Una, la normal, que es decir,
algunos son buena gente, algunos son corruptos, algunos están
dormidos, algunos son unos golfos, etc. Otra, la que usan los
fascistas, los discriminadores, los interesados en anular a los que
no son como ellos, que consiste en generalizar los males y favorecer
así la aparición de un iluminado que lo empeore todo: todos son
iguales. Todos son corruptos, todos los políticos son iguales, todos
los hombres son iguales, todas las mujeres son iguales, todos los
catalanes son..., todos los españoles son...
Deberíamos acostumbrarnos, y yo el
primero, a ser más concisos, más concretos y más justos y evitar
la aborrecible y simplona manía de generalizar.