La brutalidad, no sólo en el actuar, sino también en el ser, de estos tipos del PP
asusta, sobre todo cuando la manifiestan con naturalidad, que es como
suelen hacerlo.
Tenemos el caso de que cuando los
ciudadanos protestan por algo y esa protesta se extiende
sensiblemente, cualquier persona inteligente escucharía esa
protesta e intentaría dialogar, para llegar así a algún acuerdo que
tranquilizara a la ciudadanía y eliminara la protesta. Pero, si no
se es inteligente, como es el caso, entonces lo que queda es el
recurso a la chulería, al palo, a la represión, al intento de que
creamos que aquí nadie piensa de manera distinta a la de ellos y a que, consecuentemente, la protesta se agrande.
Imagino que deben de haber oído estos
linces de la política que una parte de la población dice que no les
representan. Si fueran fuertes, además de inteligentes, cogerían el
toro por los cuernos, dialogarían, abrirían vías de comunicación
y procurarían contentar a la población protestante. En su lugar,
estos nunca bien ponderados bomberos incendiarios lo que hacen es
sacar a la palestra a una iluminada sin principios y sin luces para
que diga que hay que racionalizar las protestas, porque lo que se
hace ahora no se puede aguantar. O sea, que si el médico tiene mucha
gente en la cola, en lugar de poner dos médicos, se prohibe a la
gente que vaya a la consulta. Entienden, porque les interesa, claro,
que la gente protesta por vicio, sin que tenga motivos para ello, y
que la solución no está en solventar el problema que origina la
protesta, sino en eliminarla como sea.
Lo normal es que esta estrategia tan
aguda lo que haga es aumentar, como de hecho está ocurriendo, las
protestas en número y en trascendencia. Con lo cual, lo que se pone
de manifiesto es que, además de brutos, son torpes. Estos son los
tipos que nos gobiernan, los que mantienen abierta la puerta del
fascismo.