Quien no vive anestesiado, lo hace
medio dormido, o temeroso, o procurando no arriesgar, por si acaso
pierde, o dejándose llevar por la rutina, o transigiendo con el qué
dirán, o muriéndose poco a poco sin que se note demasiado, pero
ella, no.
Ella no solo tiene ganas de vivir, sino que se ha propuesto
descubrirle a la vida todos sus tesoros escondidos, todo su goce
oculto, todo el misterio de lo desconocido, de lo nuevo, de lo que
merece la pena probar.
Ella quiere aprender, pero no quiere aprender
cosas, de esas que sirven para ganar títulos.
Ella quiere aprende a
vivir, quiere aprender constantemente a estar viva.
Aunque no lo
dice, se le nota que lo que va buscando es que la vida le rebose, que
la llene de intensidad, que le haga sentirse en plenitud.
No es el
caso de un ego que sólo se mire a sí mismo y que prescinda de los
otros, porque se ofrece a las primeras de cambio para echar una mano
en donde haga falta.
No se para demasiado en las razones del
pensamiento, porque para ella son más importantes las razones de la
vida, que muchas veces no son razones, sino estímulos a los que ella
responde positivamente si les valen para vivir.
Ella es de esas
personas cuyo aspecto externo oculta su gran valor, su mente
creadora, su actitud engrandecedora, su sensibilidad vital.
Ella no
lo sabe, pero para algunas personas es un ejemplo de cómo estar en
el mundo, un criterio a tener en cuenta cuando se les viene el mundo
abajo o la pereza se les sube a todo el cuerpo.
Ella está
gloriosamente viva.
Muy viva.