Dos de los personajes de la Historia española que más me fascinan son mujeres y, además, vecinas. De uno ya traté en un artículo: Eude (o Ende), la pintora del Beato de Tábara, en el siglo X, cuyo enorme y original talento (además de otras virtudes personales que pueden presuponérsele, como el coraje y el tesón) la convirtió en la primera mujer reconocida como pintora y única admitida en un scriptorium de monjes iluminadores, poniéndosela incluso por delante de ellos. Pues bien, Eude tiene tan poco reconocimiento público como Egeria, otro personaje absolutamente extraordinario. Vivió mucho antes que la otra, en el siglo IV, pero igualmente un tiempo en el que las mujeres no valían más que una res y no contaban para nada… a no ser que decidieran ser monjas, lo cual parece contradictorio, pero no lo es, pues en la época, el mundo de las mujeres era un claustro mucho más restrictivo que el de un convento...
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