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viernes, 11 de mayo de 2018

Buenas noches. Más miedos




Hay un miedo peculiar a las palabras “diálogo”, “acuerdo” o “pacto”. Las ven como un ataque directo a sus bajos intereses particulares, a sus privilegios o a su puesto en el último rincón del cortijo del cacique. 

Buenas noches.

domingo, 29 de mayo de 2016

Buenas noches. No sé



No sé si de lo que se trata es de poder vivir todos juntos (y todos son todos y todas, que quede claro)

Tampoco sé -si es que se trata de eso- cómo lo vamos a poder conseguir. 

Aquí parece que cada uno posee la única verdad existente, la única que tiene la obligación de prevalecer, y que la de los demás debe plegarse a esa indispensable e irrenunciable verdad propia. 

No sé de qué pastas tan exclusivas estamos hechos. 

Buenas noches.


domingo, 10 de abril de 2016

Un trabajo bien hecho




En un principio existía en España el bipartidismo. Luego, se creó la idea de que los dos partidos que existían eran lo mismo y que había que acabar con el bipartidismo. Se dijo que lo que había era viejo y que había que dar entrada a lo nuevo, dando por descontado que lo nuevo era ya bueno. Ingenuamente pensé que lo que se pretendía era que apareciera un pluripartidismo y que esta pretensión llevaría aparejada una voluntad de crear pactos que hicieran gobernable el país. Se rompió el bipartidismo y aparecieron múltiples partidos, unos más exigentes que otros, unos con más deseos de pactar que otros. Alguno de los partidos era tan exigente que, a pesar de tener una minoría que, benévolamente mirada, podía llegar a la quinta parte de la cámara, exigía que el país fuera gobernado con sus particulares criterios, pasando por encima de los del resto de partidos. Era como si prácticamente estos no existieran. Lo que parecía ser nuevo fue pronto evolucionando hacia lo viejo y, aunque no llegaba a identificarse con ello, iba manifestando vicios muy antiguos. Parecía que la inicial guerra contra el bipartidismo no era para que apareciera el pluripartidismo, sino para que irrumpiera un monopartidismo protagonizado por ellos. La exigencia era de tal fuerza que no les importó arriesgarse a que de nuevo pudieran mandar los que habían generado la situación que se estaba viviendo. Con independencia de la existencia del resto del país, que, lamentablemente, pensaba y votaba de manera distinta a ellos, querían que se gobernara como a ellos les parecía bien. No les importaba demasiado tampoco que se contradijeran con frecuencia, que rompieran por su cuenta las negociaciones, que la democracia sufriera con su actitud y que el posible pacto entre varios fuera con ellos una misión imposible. Era como si su razón se pudiera y se tuviera que imponer, por ser suya, por encima de las demás razones. Así el país ha ido pasando del desgobierno al imposible gobierno. Un trabajo bien hecho.

viernes, 26 de febrero de 2016

Lo que veo



Yo creía que el deseo de acabar con el bipartidismo respondía a una intención de abrir el abanico ideológico español a nuevas opciones, con las que habría que lograr tanto gobiernos con mayor representación, como pactos estables, en los que hubiera acuerdos en asuntos básicos y comunes.

Pronto me di cuenta de que esto no era exactamente así y que lo que comenzaba a aparecer eran ciertas actitudes exclusivistas, que se consideraban portadoras de la única solución posible y que descalificaban cualquier otra opción que no fueran las suyas. Estas intenciones, situadas a ambos extremos del espectro político, no veo que logren expresar con claridad un deseo de establecer pactos, sino, más bien, algo así como la intención de llevar a cabo la imposición de los propios criterios, aunque para ello los demás tengan que doblegarse o desaparecer del mapa. Ya hemos tenido ocasión de vivir esta actitud desde el gobierno de la derecha durante cuatro años, con la herencia de destrucción que nos ha dejado, y ahora parece que desde el otro extremo se apuntan maneras en el mismo sentido.

No veo la menor intención de pactar en algunos sectores. Por poner un ejemplo, ¿se imagina alguien un pacto educativo en España, en el que participaran el PP y Podemos, además del resto de partidos? Yo, tal como están las cosas en la actualidad, no.


Roto el bipartidismo, me parece que lo que hay que plantearse en serio es si queremos una especie de gobierno de coalición, en el que entren todos, aportando y cediendo, y en el que vayamos avanzando todos, aunque sea poco a poco y trabajosamente, o si queremos una especie de revolución que, si es lenta, será, con la dispersión actual, a costa de que siga gobernando la derecha, y si es brusca, no quiero ni imaginarme en qué pueda consistir. Puede que esté equivocado, pero esto es lo que, con preocupación, veo.

martes, 26 de mayo de 2015

Lo que creo que ha quedado tras las elecciones.



Ni Manuela Carmena ni Ada Colau son militantes de Podemos. Tampoco lo son de los partidos por los que se presentaban ni Ángel Gabilondo ni Luis García Montero. Si quieren pactar, ¿quién pondrá las condiciones, ellos, los partidos o sus grupos?

Lo de los pactos lleva camino de convertirse en un espectáculo enorme. En este asunto se van a retratar los partidos mucho más que en los programas.

¿Van a exigir Podemos y Ciudadanos las mismas condiciones y en la misma forma que le han exigido a Susana Díaz en Andalucía?

Los defensores del pluripartidismo ¿tienen pensado cómo se gobierna así o van a hacer lo posible por llegar al monopartidismo?

¿Por qué nadie en la campaña ni en los programas ha hablado de la manera de financiar lo que pretenden hacer?

¿Qué ha pasado con el voto de las mujeres? El único partido que llevaba el mismo número de mujeres que de hombres en sus listas era el PSOE. ¿En qué situación quedan los problemas de discriminación que sufren las mujeres en el resto de partidos?

¿Van a hacer suyos los partidos de izquierdas el aire fresco que viene de Podemos?

¿Serán capaces Ciudadanos y Podemos de quitarse de encima el aire de intransigencia con el que han aparecido?


Espero que las negociaciones y los pactos no olviden los problemas concretos y reales de los ciudadanos.

jueves, 26 de marzo de 2015

miércoles, 3 de octubre de 2012

Cómo dialoga el PP




Acabo de oír en la radio al presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, del PP, claro. Cuando le han preguntado que opinó Artur Más sobre lo que él dijo ayer en la Conferencia de presidentes, ha manifestado que el señor Más no contestó nada y que si lo hubiese hecho y hubiese dicho algo, él “hubiese seguido diciendo lo mismo”.

Este es el concepto de “diálogo” que usa el PP, o sea, una sucesión de monólogos, en los que lo que diga el otro no se oye o no se toma en cuenta, porque no se está dispuesto a conceder que el otro pueda tener algo de razón. Yo voy a lo mío, parece que dicen, y me da igual lo que pienses porque no te voy a hacer ni caso. Para ellos, el diálogo es un paripé, a veces necesario para guardar las apariencias, pero con el que, de entrada, no se quiere llegar a ninguna parte

Esta actitud con la que se trata al otro es la propia de quien practica la dictadura, el autoritarismo, el fascismo, la chulería, el desprecio y la cerrazón mental. Esta gente tiene el poder, pero sospecha que no tiene la razón. Por eso suelen huir de los periodistas, de la confrontación, del diálogo y de los pactos. No sé que pactos se podrían hacer alguna vez con gente de esta “calidad” intelectual y humana.

Y un aviso para todos pero, especialmente, para la juventud. Tiene que quedar claro que esto no es dialogar. Estas actitudes no son humanas, son rechazables éticamente y no conducen a situaciones positivas ni constructivas. Lo más importante del diálogo no es lo que se dice, sino la actitud de escuchar lo que dice el otro. Estos aficionados a la política, tan mal formados humanamente, deberían saberlo. Pero lo que quieren, sobre todo, parece que es mantener abierta la puerta del fascismo y de la dictadura.