No pasa un día sin que este Gobierno
de España haga, al menos, un disparate. Y, además, lo hace con un
secretismo, una falta de información y una prepotencia que asustan.
Ayer, al parecer, llegó a un peculiar
acuerdo con el Gobierno de Marruecos para expulsar a los inmigrantes
que habían ocupado la Isla de Tierra. Nadie sabía las
características de tal acuerdo. De madrugada, no sé si con
alevosía, pero sí con nocturnidad, los inmigrantes fueron evacuados
y la mayor parte de ellos, entregados a Marruecos. Cuentan las
crónicas que, a renglón seguido, los gritos de angustia y de dolor
de estos pobres hombres eran estremecedores. Alguna ONG informó que
en estos casos, los soldados o policías marroquíes lo que hacen es
moler a golpes a los inmigrantes hasta romperles los brazos, las
piernas o la mandíbulas y abandonarlos luego en el desierto.
Este Gobierno de España, con todas sus
encomendaciones a la Virgen del Rocío y al resto de Vírgenes
sagradas, con su afán de gobernar como Dios manda, con el silencio
asqueroso de su amada Iglesia Católica, con el desprecio por los
seres humanos que es ya habitual en sus actuaciones y con la
desfachatez de la que hace gala en todo aquello que hace, debería
saber que este era el destino de los inmigrantes si los entregaba a
Marruecos. Si no lo sabía, debería dimitir en pleno por exceso de
ineptitud. Y si lo sabía, como parece más lógico, se convierte en
cómplice de un trato brutal, cruel e inhumano, del que, como
español, me avergüenzo.