De lo que se trata fundamentalmente es de aprender, de no dejar nunca de aprender. Nos va en ello la juventud, el bienestar y la vida buena.
Aprender implica dos artes: la de aprender y la de enseñar.
El arte de aprender consiste en mantener viva la llama que nos impulsa a querer aprender, y la actitud mental abierta, que busca comprender antes que juzgar, y crecer en lugar de destrozar las ideas del otro.
Cualquier momento y cualquier lugar son buenos para aprender y para enseñar.
El arte de enseñar es aún más difícil, aunque posiblemente menos duro que el de aprender. Enseñar conlleva saber bien lo que se quiere expresar; también saber bien escuchar; conocer las actitudes del que va a aprender, sus circunstancias, las características de su situación; saber alternar la crítica racional de lo que hay con los valores que podrían ser útiles en la vida; no ser pesado ni insistente, porque enseñar no es como hacer la publicidad de unos grandes almacenes; y dejar vivir. Antes hay que mostrar con claridad las consecuencias de querer aprender y de no hacerlo. Luego hay que dejar en paz a unos y a otros, a menos que ellos quieran permanecer en alguna nueva tarea.
Hoy es el día mundial de los docentes. En cierto modo, todos somos docentes.