Cederle el paso a las mujeres, por ser
mujeres, (ojo: estoy hablando de la actitud y de la intención con la que se hace) es, sobre todo, una manera de tratarlas como seres
diferentes, con quienes conviene tener detalles de ese tipo en
asuntos secundarios, en lugar de tratarlas con igualdad real en todos
los asuntos, incluidos los importantes. Es, además, una antigüedad
y una ordinariez. Otra cosa es ceder el paso a cualquier persona con
la que se vaya, sea hombre o mujer, si eso va a significar para ella
una ventaja.
A quien, sin ninguna duda, hay que
cederles siempre el paso y hay que procurar que discurran siempre delante de nosotros es a todos los que presenten signos inequívocos de
gilipollez. Por ejemplo, a esos individuos que ves pasar a toda
velocidad desde el paso de cebra, o a los ciclistas que bajan una
cuesta por la acera como si estuvieran bajando el Angliru, o a
quienes van por la calle hablando a gritos de cualquier cosa que no
nos interesa, o a quienes van con la música cansina puesta en el
móvil sin auriculares, o a quienes van apestando por cualquier parte
o a quienes molestan de manera estúpida. A todos esos y a
todas esas hay que cederles el paso para que se alejen pronto.
Tenerlos delante es, por otra parte, mucho más seguro que tenerlos
detrás, porque los controlas y ves lo que hacen.
Mi abuela solía despedir a cualquiera
diciéndole 'Vaya usted con Dios', pero si se trataba de alguno de
estos pelmas molestos, le decía 'Vaya usted mucho con Dios', como
queriéndole decir que se fuera tanto con Dios como para que se quedara allí
con él. Yo, cada vez que veo a un cretino con esa existencia veloz o ruidosa, también se lo digo.
Buenas noches.