Detrás de su aparente erudición, de
su cansina risita que le servía de muletilla, de su afán por
interrumpir a quien le hablaba y de sus grandilocuentes
calificativos, se escondía un ser débil, viejo y encerrado en el
único refugio en el que era siempre reconocido: en sí mismo.
Buenas
noches.