En la página 146 de su libro dice Irene Vallejo que
“esta antigua fe en la cultura nació como un credo religioso, con su lado místico y su promesa de salvación”.
Y añade:
“Lo único que merece la pena es la educación -escribe en el siglo II un seguidor de este culto-. Todos los otros bienes son humanos y pequeños y no merecen ser buscados con gran empeño. Los títulos nobiliarios son un bien de los antepasados. La riqueza es una dádiva de la suerte, que la quita y la da. La gloria es inestable. La belleza es efímera; la salud, inconstante. La fuerza física cae presa de la enfermedad y la vejez. La instrucción es la única de nuestras cosas que es inmortal y divina. Porque solo la inteligencia rejuvenece con los años, y el tiempo, que todo lo arrebata, añade a la vejez sabiduría. Ni siquiera la guerra que, como un torrente, todo lo barre y la arrastra, puede quitarte lo que sabes”.
Para algunos esta idea sigue siendo hoy válida, pero me da la impresión de que somos pocos.