El culto, no el que sabe muchas cosas, sino el que se afana en vivir de acuerdo con unos valores humanos que hagan crecer su humanidad, quiere crear una vida y un mundo en el que lo fundamental sea el respeto, la generosidad, la igualdad, la libertad y todo lo que haga que la vida de todos sea agradable y buena.
El bruto, aquel al que los valores humanos le traen al fresco y que lo único que le motiva es el dinero y el poder, para con él tener más fácil acceso al dinero, quiere una vida y un mundo en el que a él le vaya bien, que disfrute y que pueda hacer todo lo que le apetezca o que se le antoje.
Son dos mundos muy distintos entre sí, contrarios, difícilmente compatibles.
Observando lo ocurrido con los viajes “de estudios” (qué estupidez, qué hipocresía llamarlos así), en donde los adolescentes no usaron las mascarillas, ni mantuvieron distancias de seguridad, ni tuvieron ningún cuidado, me pregunto hacia dónde van estos jóvenes (o niños, no sé) y tantos otros que se ven fácilmente por cualquier calle, si hacia el mundo de la cultura o hacia el de la brutalidad. Me pregunto también que educación reciben, especialmente en sus casas, que es en donde se educa a los hijos. Les darán de comer, los vestirán y les financiarán sus caprichos, pero enseñarles a vivir una vida buena no creo que lo hagan.
No me quiero imaginar el futuro.