El espectáculo al que estamos
asistiendo en nuestra sociedad es grandioso. No teníamos bastante
con las sarta de mentiras públicas, con las variadas corrupciones,
con la creciente violencia de género o con los disparates políticos,
y ahora sale el eminentísimo cardenal Rouco y le da por crear nada
menos que un Cuerpo de exorcistas.
Yo cada vez tengo más confuso el
sentido que puede tener hoy la religión. No sé a qué se dedican
estos curas de altura. Ahora parece que les ha dado por el demonio y
pueden hacer mucho daño a todo aquél que se deje. Allá
cada cual.
Pero lo que me parece muy peligroso,
pero que muy peligroso, es que, por un lado, se intente implantar un
sistema educativo en el que están ausentes las materias que enseñan
a pensar, a argumentar, a criticar; y, por otro, que aparezcan estas
actitudes que invitan a creer que hay problemas en la realidad que
tienen que ver con un ser tan peculiar como es el demonio y que se
solucionan con la intervención de una especie de hechicero que,
haciendo una serie de mojigangas, logra vencer al diablo intruso. Si
esta actitud tan bruta, tan irracional, tan primitiva cala en la
mente de una persona, será muy difícil que esa persona se ponga
luego a analizar racionalmente la realidad y a intentar mejorarla con
actitudes racionales.
Ayer nos reíamos con esta ocurrencia
de los demonios y los exorcistas. Y es lógico que a estas alturas
estas ocurrencias nos hagan reír. Pero hoy más bien me da una
mezcla de pena, de miedo y de asco. El daño que pueden hacer en las
mentes más débiles es enorme. Desde hace mucho tiempo pienso que
estos curas oficiales han perdido la fe. Hoy creo que, además, han
perdido la razón.