Hay un plano institucional, oficial, partidista y mediático. En él ciertas personas dicen y hacen lo que le parece más conveniente, con mejores o peores argumentos. Es un plano importante, del que no debemos dimitir, porque sus consecuencias las sufrimos todos.
Hay otro plano más directo, el de la vida cotidiana, más cercano, que es igualmente importante. En él se puede hacer lo que nos dejen hacer las leyes. Pero, con independencia de las leyes, me parece que como ciudadanos y como ciudadanas debemos actuar de manera igualitaria, cuidando nuestro lenguaje, nuestras acciones y las consecuencias de ambos. Si el respeto, la igualdad o la libertad no se notan en lo que hacemos y decimos, en cierto modo da igual lo que digan las leyes. No hay nada más ridículo que un machista practicante echándole la culpa de lo que ocurre a quienes defienden la igualdad de derechos.
Hoy es 8 de marzo, el 8M, el Día Internacional de la Mujer. No es un día de fiesta. También es ridículo, por el grado de despiste y de ignorancia que manifiesta, eso de “Feliz día de la mujer”. Hoy no es un día de fiesta, sino de reivindicación. Las mujeres son tan seres humanos como los hombres. Las mujeres tienen los mismos derechos que los hombres. Cualquier discriminación, cualquier gracieta simplona en contra de las mujeres o cualquier privilegio en favor de los hombres deben ser recriminados allá donde se produzcan.
Las leyes las hacen los parlamentarios que cada uno de nosotros votamos. En ese sentido vienen de arriba abajo. Pero hay otro elemento necesario, además de las leyes, que es la conducta de los ciudadanos, que va de abajo arriba. Esa la tenemos que cuidar cada uno de nosotros y en ella debe mostrarse nuestra buena educación, nuestro sentido de la convivencia en común y, como debemos reivindicar hoy, la idea práctica de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.