He pasado hoy junto a mujeres jóvenes
que hablaban en ese volumen alto que cada vez se usa más. Una de
ellas decía:
“Desde que he parido, cada vez aguanto menos a mi suegra. Hasta mi marido le tuvo que llamar la atención ayer.”
Las personas viejas son las que creen
que ya han llegado a su meta, que ya se lo saben todo y que ya no
tienen nada nuevo que hacer en la vida. Y, sin embargo, si uno no
quiere incordiar ni tener que sufrir las protestas de los demás, lo
que tiene que hacer es no dejar de aprender nunca. Hay que aprender
cada día a ser madre -y padre-, a ser hijo, a ser suegra, a ser
nuera y a ser persona.
Buenas noches.