Quizá primero fue la poca formación democrática y el consecuente rechazo a este sistema político. Luego aparecieron la intolerancia y el odio. Pronto murió la ética y muchos no se dieron cuenta. Luego cayó el sentido del ridículo, de lo que también parece que algunos, afectados directamente, aún no son conscientes, y apareció la lógica degradación, amparadas en el “Todo vale” y el “Que cada uno haga lo que pueda”. Ahora circulan a sus anchas la mentira, el “yo hago lo que me interesa, aunque quede mal” y el “¿quién me va a decir a mí lo que tengo que hacer?”. El ser humano, que era un intento racional de salir del estado de animalidad inicial, pasó a ser un homo economicus, y ahora es, a las claras, un ser embrutecido. El camino discurre cuesta abajo.