Me parece ver en la sociedad un grave
problema de sensibilidad. Sin sensibilidad, esto es, sin ser capaces
de ver lo que miramos, sin poder captar lo que está pasando, nunca
habrá posibilidad de defendernos ni de cambiar este mundo a mejor.
La sensibilidad se puede adormecer y se
puede despertar. Se adormece con el hábito de pasar el tiempo con
divertimentos. El bar, la televisión, el fútbol son, en el fondo,
evasiones que nos apartan de los verdaderos problemas por los que
pasamos. Por eso tienen tanto éxito, aunque hagan tanto daño.
Cuando las situaciones laborales y sociales son duras, se comprende
que uno tenga que evadirse un rato y descansar. Pero si este descanso
se hace sólo con medios adormecedores, el precio que pagamos es muy
alto, demasiado alto. Si pasan unos días y no eres capaz de
asustarte con lo que está pasando, es posible que el adormecimiento
se haya apoderado ya de ti. Entonces, deberías reaccionar.
¿Y cómo despertar la sensibilidad?
Pues esto exige una postura activa, muy distinta de la sentarse
pasivamente a ver la televisión. Se trata de buscar información
fiable -que la hay- en medios escritos o en radios y no fiarse nunca
de lo que aparece en los telediarios. Se trata también de leer, de
fomentar la curiosidad por todo lo que pueda aclararnos lo que
significa ser persona, por los derechos humanos, por los problemas de
los ciudadanos. Hablando con gente interesante se aprende mucho, pero
hay que salir a buscarla. Gente buena hay en cualquier sitio.
Internet puede ser también un buen lugar para encontrarla. Poner en
duda lo que uno sabe y lo que uno cree nos mantiene también abiertos
al aprendizaje de lo nuevo. Nunca hay que conformarse con lo que se
sabe, porque, por mucho que sea, siempre será poco y siempre
revisable.
Si lográsemos un mayor grado de
sensibilidad, si nada de lo humano nos fuera ajeno, quizás los
poderosos y los ricos se llevarían alguna sorpresa. Buenas noches.