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jueves, 28 de diciembre de 2023

¿Por qué escribir sobre las mujeres?

 


Caza medieval: la mujer del centro dispara con un arco y una flecha, la dama de la izquierda utiliza una vara para conducir la caza hacia la cazadora. Representación de 'Diana cazadora': miniatura de la Epístola de Othea de Christine de Pisan. Imagen tomada de Wikipedia.


Desde hace tiempo la igualdad es como una flor que quiere abrir sus pétalos en mi mente como reflejo de lo que observo en el mundo, pero a la que le resulta difícil hacerlo. Este mundo en el que estamos no me parece tan bueno como para pensar que es la obra de unos seres sabios, generosos, que hayan aplicado grandes valores en su construcción y de quienes pueda esperarse una mejora paulatina y constante. Al contrario, lo que me salta a la vista es, más bien, una degradación creciente, una pérdida de valores humanos, un predominio del dinero como único criterio de actuación y, lo que más me duele, un trato cada vez peor a los que los poderes económicos y sus súbditos consideran diferentes: los pobres, los emigrantes, los enfermos, los mayores, los niños y las mujeres. Si algo crece en este mundo es la desigualdad, las desigualdades.

En el momento en el que escribo estas líneas, las mujeres constituyen el 49,5 % de la población mundial, pero a buena parte de ellas, el 50,5 % restante, en el que sobresale una ideología patriarcal y machista, las maltrata, las relega a puestos secundarios, oculta sus virtudes, las explota y, si lo considera necesario, las asesina.

Podría escribir de lo mal que está todo, incluso de lo peor que parece que va a estar, pero eso sería seguramente caer en el nefasto campo de lo abstracto, en donde priman los conceptos vacíos puestos al servicio de una ideología interesada. Yo prefiero referirme a asuntos concretos, en donde el cuerpo, la mente, las circunstancias vitales y las consecuencias de los actos sean el objetivo de las palabras.

Por eso escribo y voy a escribir sobre las mujeres, porque me parece el colectivo más amplio, más sufriente y más necesitado de ayuda de todos los existentes. Quiero hablar de lo que les pasa, de por qué les pasa y de lo que debería ocurrir para que no les pasara. Quiero ayudar a conocer la vida concreta de las mujeres para valorarlas, no solo a los ojos de las propias mujeres, sino también de los hombres machistas.

El marco de la acción en este campo debe ser el de la educación. Para mejorar sus vidas hay que educar a las mujeres, haciéndolas conscientes de su valor como seres humanos, como personas, de sus derechos, de sus capacidades no inferiores a las de nadie, de sus oportunidades y de la igualdad que deben entender y practicar en sus vidas cotidianas. Pero también hay que educar a los hombres en el respeto a las mujeres, en el rechazo de las injusticias interesadas generadas por el machismo, en la necesidad de hacer de la igualdad de derechos y de oportunidades el gran valor en sus relaciones con ellas.

El gran reto del mundo actual, del que me parece que pocos son conscientes, es que se necesita la creación de un ser humano nuevo, que sea consciente de lo que significa su humanidad, que sitúe los valores constructivos, como el respeto, la igualdad, la libertad y la solidaridad en el centro de sus mentes y de sus acciones, y que rechacen la tosquedad y la brutalidad que resultan de poner el dinero como único objetivo a conseguir por el medio que sea.

Para poner un granito de arena en este intento, me parece que lo mejor es colaborar en que las mujeres tomen conciencia de lo que les pasa y de lo que tienen en sus manos, de lo que pueden llegar a ser -todo- y de todo lo que el machismo ha ocultado para que la mujer siga creyendo que es un ser dependiente, subalterno e inferior.