Han liberado, afortunadamente, a las
dos cooperantes españolas secuestradas en algún lugar de África.
La labor que hacen estas personas es admirable. Dar el tiempo de la
propia vida para ayudar a vivir a los demás es lo más noble y lo
más honorable que puede hacer una persona. Tengo la impresión de
que falta un reconocimiento expreso a tantas y tantas personas que
por ahí y por aquí se dedican desinteresadamente a ocuparse de los
demás. No hace falta irse a África para encontrarlos. Entre
nosotros hay una multitud de ONGs llenas de personas generosas que
quieren actuar como buenos seres humanos. Son personas admirables.
Me pregunto si cualquier persona,
pertenezca a una ONG o no, tiene dentro de sí algo admirable. Desde
un humilde mendigo a un estúpido ministro o ministra inhumanos,
pasando por cualquier persona que podamos encontrar en la calle
¿tienen alguna cualidad que les permita ser incluidas dentro de la
humanidad real? Mi respuesta es que, probablemente, sí, pero tengo
la sensación de que cuando observamos a una persona, no buscamos en
ella lo que pueda tener de admirable. Más bien, vamos con las armas
de la crítica negativa afiladas para encontrar en ella lo peor que
pueda ofrecernos, lo más deleznable que posea, lo que más la pueda
alejar de nosotros.
Lo que quiero decir es que hasta el
rico más codicioso o el ministro más estúpido de todos los
actuales es posible que albergue alguna cualidad admirable. No creo
que exista el mal absoluto. Y tampoco sé si esto que estoy diciendo
tiene alguna relevancia social o personal. Buenos días.